HISTORIAS DE GUERRA: LA NIÑA SADAKO Y LAS MIL GRULLAS
Sadako Sasaki, la niña que cuya obra se convirtió en símbolo de paz. |
Por Percy Taira
El 6 de agosto de 1945 los
Estados Unidos decide lanzar sobre la ciudad de Hiroshima, en Japón, una de sus
dos bombas atómicas, la llamada “Little Boy”, bomba cuya explosión de 13
kilotones de TNT, acabó con la vida de gran parte de los 255 mil personas que
habitaban en esta ciudad japonesa e hiriendo a otras.
Una de las testigos de este hecho
fue una niña de dos años de edad llamada Sadako Sasaki, quien vivía a sólo kilómetro
y medio de la zona del estallido. Ella no murió en el ataque, ni siquiera, fue
herida, es más se dice que creció como una niña fuerte y muy sana. Sin embargo,
como sucedió en muchos casos en los niños de Hiroshima, las secuelas de aquella
bomba se comenzaron a notar con el paso del tiempo. A los once años de edad a
Sadako Sasaki, se le diagnóstico Leucemia, cáncer que se caracteriza por atacar
directamente a la médula ósea de los pacientes.
Pues bien, al enterarse de la
terrible noticia, su mejor amiga, Chizuko Hamamoto, le recordó a Sadako una
vieja tradición japonesa en la que los dioses podían conceder cualquier deseo a
la persona que realizara mil grullas de origami (figuras de papel). Chizuko, le
regaló a Sadako la primera grulla, con la condición que ella hiciera las otras
y que pidiera por su recuperación.
Un día, Sadako, se encontraba
haciendo sus grullas cuando se encontró con otro niño que sufría lo mismo, y le
contó la historia de las mil grullas de papel y le animó para que él hiciera lo
mismo, sin embargo, el niño le dijo que de nada serviría eso, porque sabía que
él iba a morir esa noche.
Fue entonces que Sadako decidió
cambiar su deseo: al completar las mil grullas ya no pediría por curar su
enfermedad sino, pediría por la curación de todos los enfermos del mundo.
Con los papeles que iba
encontrando de envoltorios de medicinas o de diversos productos, Sadako,
comenzó su tarea de hacer mil grullas de origami.
Lamentablemente no pudo llegar
a la meta, Sadako falleció el 25 de octubre de 1955, a los 12 años de edad. Al
momento de su muerte, había logrado hacer 644 grullas de papel.
Al enterarse de la muerte de
Sadako, sus compañeros de clase decidieron cumplir con la meta de su amiga para
que se pudiera cumplir su deseo. Así que ellos lograron terminar las mil
grullas de origami.
Pero eso no fue todo, los
amigos y personas que conocieron su historia, decidieron dedicarle un monumento
en donde se representaría a Sadako
sosteniendo una grulla dorada en su mano y que estaría dedicada a todos los
niños que murieron debido a las dos bombas atómicas.
Fue así que en 1958, se
inauguró en el Parque de la Paz de Hiroshima, la estatua dedicada a Sadako. Este
monumento tiene una inscripción que dice lo siguiente: “Este es nuestro grito,
esta es nuestra plegaria: paz en el mundo”.
La historia de Sadako ha
inspirado a muchas personas, sobre todo a aquellas que buscan la paz en el
mundo o protectores de los derechos de los niños. Y aún hoy, la costumbre
japonesa de crear mil grullas de papel para que se cumpla cualquier deseo que
tengamos, es una creencia que ese mantiene no solo en Japón sino en varias
partes del mundo.
Si deseas seguir esta
tradición acá te dejamos un tutorial de cómo hacer una grulla en origami,
subido por el usuario de YouTube, rook29.
Comentarios
He aquí la noticia que explica a detalle el concepto de "racismo extremo" que se empieza a vivir en el Japón:
"Cada vez que me reúno con un grupo de occidentales en Japón la conversación acaba centrándose en el racismo.
¿El que sufren los negros en Alabama? ¿Los gitanos en España, quizá?
No, mis interlocutores hablan amargamente de la discriminación que dicen padecer ellos, los blancos. Y claro, no están acostumbrados.
Unos protestan porque no se les permite entrar en los karaokes reservados solo para japoneses, otros mencionan que sus vecinos les rehúyen y un buen amigo británico me contaba que su hijo había regresado del colegio pidiendo cambiar de apellido. El chico quería utilizar sólo el de su madre japonesa porque el extranjero le convertía en centro del acoso escolar.
No es casualidad que la palabra utilizada en cantonés para referirse a los extranjeros sea 'gwailo', que viene a traducirse por "fantasma" o "diablo extranjero" .
El caso japonés es especialmente significativo porque se trata de un pueblo extremadamente educado y respetuoso. En mi último viaje a Tokio coincidí con el escritor Fernando Sánchez Dragó y su mujer japonesa, Naoko.
Buscábamos un bar donde tomar algo, pero nos denegaron la entrada en media docena de ellos. Solo cuando Naoko entró en primer lugar, mientras nosotros permanecíamos fuera de la vista, conseguimos asomarnos al interior de uno de aquellos garitos.
"La mayoría de los japoneses no hablan inglés y les incomoda no poder atender correctamente a sus invitados", decía Naoko en una explicación que también he oído de otros amigos japoneses. Los extranjeros, en cambio, ven una prueba más de xenofobia.
El debate no ha perdido vigencia desde que una casa de baños de la ciudad de Sapporo denegó la entrada al americano David Aldwinckle en 1999. "Sólo japoneses", estipulaba un cartel en la entrada. A los dueños de la sala no les importó que Aldwinckle hablara el idioma y hubiera obtenido la nacionalidad japonesa. Sus rasgos eran occidentales y no podían hacer excepciones. El activista perdió en última instancia su demanda por discriminación y la regla sigue aplicándose en cientos de establecimientos.
¿Se imagina alguien un cartel en la entrada de un local de Madrid o Nueva York prohibiendo la entrada a asiáticos?
Algunos expatriados occidentales destinados en Asia aseguran que su percepción de estar siendo discriminados ha aumentado con la decadencia económica en sus países de origen y la emergencia de la región como una nueva potencia. El respeto al dinero, a menudo una de las razones que llevaba a la aceptación, ha dejado de ser tan importante ahora que en países como China también lo tienen. El mundo está cambiando y no a favor de Occidente precisamente.
Estos días son los occidentales los que emigran al este en busca de oportunidades, a veces a países que dominaban hace tan solo unas décadas. Algunos esperan, equivocadamente, la deferencia de otros tiempos.
Japón es, como en casi todo, caso aparte. Su histórico aislacionismo ha forjado una aprensión hacia el extranjero que sigue presente y ha sido institucionalizada con limitaciones a la inmigración, a pesar de que el país la necesita para compensar su bajo índice de natalidad.
Es posible que el rechazo que muchos residentes extranjeros dicen sentir sea mero retraimiento o timidez por parte de los japoneses, pero en todo caso parecen excusas insuficientes para denegarle un poco de sake a un sediento hombre blanco".
Fuente de la noticia:
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/10/03/internacional/1349258617.html