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Mostrando entradas de agosto, 2010

EL CRONOVISOR Y LA FOTOGRAFÍA DEL ROSTRO DE CRISTO

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¿Fue verdad que en 1972 unos monjes científicos del propio Vaticano lograron desarrollar una máquina capaz de fotografiar eventos del pasado?, ¿y es verdad, que lograron fotografías de personajes como Mussolini, Hitler, Napoleón o el propio Jesús? ¿Qué se escondió detrás del llamado Cronovisor y cuál fue su destino final? En mayo de 1972 el diario italiano Domenica del Corriere atrajo la atención del público al difundir la noticia de un nuevo invento que prometía remover los cimientos de la propia historia universal y con ello, el futuro del mundo. La noticia tituló: “Inventan la máquina que fotografía el pasado”, y en ella se relató la historia de 12 físicos del Vaticano, liderados por un padre benedictino de nombre Alfredo Pellegrino Ernetti, que habrían sido capaces de crear un artilugio que les permitía fotografiar momentos determinados del pasado de nuestra historia, tales como la llegada de Colón al llegar el nuevo mundo o incluso, el propio rostro de Jesucristo antes de morir en

CUENTOS DEL MISTERIO: LA VERDAD SOBRE EL CASO DEL SEÑOR VALDEMAR DE EDGAR ALLAN POE

De ninguna manera me parece sorprendente que el extraordinario caso del señor Valdemar haya provocado tantas discusiones. Hubiera sido un milagro que ocurriera lo contrario, especialmente en tales circunstancias. Aunque todos los participantes deseábamos mantener el asunto alejado del público —al menos por el momento, o hasta que se nos ofrecieran nuevas oportunidades de investigación—, a pesar de nuestros esfuerzos no tardó en difundirse una versión tan espuria como exagerada, que se convirtió en fuente de muchas desagradables tergiversaciones y, como es natural, de profunda incredulidad. El momento ha llegado de que yo dé a conocer los hechos —en la medida en que me es posible comprenderlos—. Helos aquí sucintamente: Durante los últimos años el estudio del hipnotismo había atraído repetidamente mi atención. Hace unos nueve meses, se me ocurrió súbitamente que en la serie de experimentos efectuados hasta ahora existía una omisión tan curiosa como inexplicable: jamás se había hipnotiza

CUENTOS DEL MISTERIO: LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA DE EDGAR ALLAN POE

Hacía tiempo que la Muerte Roja devastaba el país. Nunca hubo peste tan mortífera ni tan horrible. La sangre era su emblema y su sello, el rojo horror de la sangre. Se sentían dolores agudos y un vértigo repentino, y luego los poros exudaban abundante sangre, hasta acabar en la muerte. Las manchas escarlatas en el cuerpo, y sobre todo en el rostro de la víctima, eran el estigma de la peste que le apartaban de toda ayuda y compasión de sus congéneres. En media hora se cumplía todo el proceso: síntomas, evolución y término de la enfermedad. Pero el príncipe Próspero era intrépido, feliz y sagaz. Con sus dominios ya medio despoblados, llamó un día a su presencia a un millar de amigos sanos y joviales de entre las damas y caballeros de su corte, y con ellos se recluyó en el apartado retiro de una de sus abadías amuralladas. Era un conjunto de edificios amplio y magnífico, concebido por el gusto excéntrico, aunque majestuoso, del propio príncipe. Lo rodeaba una alta y sólida muralla. La mur

CUENTOS DEL MISTERIO: LA CAÍDA DE LA CASA USHER DE EDGAR ALLAN POE

Un día de otoño triste, oscuro y silencioso, cuando las nubes colgaban bajas y pesadas en el cielo, crucé solo a caballo una región singularmente lúgubre del país; y, al fin, al acercarse la sombra de la noche, me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher. No sé cómo fue, pero, a la primera mirada que eché al edificio, un sentimiento de insoportable tristeza invadió mi espíritu. Digo insoportable, porque no lo aliviaba ninguno de esos sentimientos semiagradables, por ser poéticos, con los que recibe el espíritu incluso las más adustas imágenes naturales de lo desolado o lo terrible. Contemplé el escenario que tenía ante mí la casa, el simple paisaje del dominio, los muros descarnados, las ventanas como ojos vacíos, unas junqueras fétidas y los pocos troncos de árboles agostados con una fuerte depresión de ánimo, que sólo puedo comparar, como sensación terrena, al despertar del fumador de opio, a la amarga caída en el deambular cotidiano, al horrible descorrerse del velo. Era una

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