LOS GIGANTES DEL PERÚ
Foto de gigante considerada como falsa. |
Por Percy Taira
Son varias las crónicas y
mitos que hablan sobre gigantes en el antiguo Perú, hoy queremos aportar más
datos basándonos en la obra Memorias Antiguas historiales y políticas del Perú de
1644, del Padre Jesuita, Fernando de Montesinos, que como hemos dicho, si bien
cuenta con muchos detractores por mantener una fuerte influencia religiosa en
sus historias (decir que los pobladores de América son hijos de Ophir), hay
quienes consideran que eso no contamina los escritos que en muchos casos, tiene
como fuente los libros jesuitas de su época, que conocían muy bien la mitología
y la historia de las civilizaciones anteriores a los incas.
Pues bien, en este libro,
Fernando de Montesinos, dice sobre los gigantes lo siguiente:
“Estando el rey Ayar Tacco
Capac con mucha quietud en el Cuzco, le dijeron los ariolos y adivinos, cómo,
queriendo aplacar la ira del Illatici, hallaron muy mal pronóstico en las
entrañas de las ovejas y carneros que habían sacrificado. Dióle cuidado esto al
rey, y al cabo de pocos días le vino nueva cómo en los Llanos habían desembarcado,
de balsas y canoas, que hacían una gran flota, mucho número de gentes extrañas,
y que se iban poblando, especialmente á las orillas de los ríos; y que unos
hombres de grande estatura habían pasado adelante. Y afirman los amautas que fue
sin número las gentes y naciones que por ese tiempo vinieron. Luégo que el rey
supo desta venida, envió á saber qué gente era, qué armas ofensivas y
defensivas traían, y qué modo de vida. Volvieron los espías y dijeron, que
donde quiera que llegaban que había gente, se quedaban y sujetaban á todos los
de la tierra, y que habían poblado por los Llanos, y algunos h abian subido á
las sierras”.
Luego cuenta Montesinos que
Ayar Tacco Capac, previno a sus capitanes y soldados para que se prepararan
para el ataque, pero que los forasteros se detuvieron en los Llanos, pensando,
que era imposible que hubiera poblaciones en la sierra del territorio.
Lo curioso del relato es que
Montesinos señalan que según en la creencia de los amautas incas, estos
extraños seres del mar, se quedaron en Pachacamac (Lima) y allí construyeron un
templo a su creador.
“Fingen aquí los amautas,
trocando las suertes, que el dios Pachacama, que quiere decir Criador, crió estas
infinitas gentes en la mar y las trajo á estas partes, y por eso llaman Criador
á Pachacama”.
Asimismo, nos cuenta sobre el
avance que tuvieron estos gigantes hacia las tierras del norte de la costa
central del país.
“También los espías dijeron
cómo los hombres grandísimos y altos habían llegado hasta la punta que hoy
llamamos de Santa Elena (Ecuador) y señoreado aquella tierra de Puerto Viejo
(Piura) y que los naturales se iban huyendo dellos, porque usaban mal de sus
cuerpos. Y no era, á mi parecer, huir del pecado, porque también ellos eran
dados á la sodomía, sino por el daño que recibían de sus instrumentos, que con
ellos les quitaban la vida. Pero fue tanto el exceso destos gigantes, que tomó
á su cargo el castigo de la Divina justicia, que los castigó en un instante
enviando fuego del cielo que repentinamente los consumió”.
Según Montesinos, los amautas
consideraban que esto fue un castigo de su padre el sol, que con “rayos muy
encendidos, los abrasó, porque de otra manera acabaran el mundo”. Otro dato
curioso es que Montesinos señala que de “esto se halla memoria en los huesos
que reservó Dios para ejemplo de los venideros”.
Es decir, ¿Había huesos o
algún resto de estos gigantes? ¿Es una confusión de los pobladores de aquellas
épocas y quizá se trate huesos de algún animal de la naturaleza, o incluso,
algún animal prehistórico? Montesinos nos dice que estos huesos “se ve de la
rodilla para abajo, de la altura de un hombre”. Lo curioso de este dato es que
muchas crónicas de la época mencionan casi la misma historia o creencia.
OTROS RELATOS
Justamente, uno de los relatos
más conocido es el de Pedro de Cieza de León, cronista español que llegó junto
con los conquistadores, y que habla sobre las historias de los gigantes. Este relato
fue reproducido en la obra los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega
en el capítulo “De los gigantes que hubo en aquella región. Y la muerte de
ellos”. Esto es lo que nos cuenta Cieza de León, a través del Inca Garcilaso de
la Vega:
“Y porque en el Perú hay fama
de los gigantes que vinieron a desembarcar a la costa en la punta de Santa
Elena, que está en los términos de la ciudad de Puerto Viejo, me pareció dar
noticia de lo que oí de ellos según que yo lo entendí, sin mirar las opiniones
del vulgo y sus dichos varios, que siempre engrandece las cosas más de lo que
fueron.
Cuentan los naturales por
relación que oyeron de sus padres –la cual ellos tuvieron y tenían de muy atrás-
que vinieron por la mar en unas balsas de juncos, a manera de grandes barcas,
unos hombres tan grandes que tenía tanto uno de ellos de la rodilla abajo como
un hombre de los comunes en todo el cuerpo, aunque fuese de buena estatura. Y que
sus miembros conformaban con la grandeza de sus cuerpos tan disformes que era
cosa monstruosa ver las cabezas (según eran grandes) y los cabellos que les
llegaban a las espaldas. Los ojos,
señalan que eran tan grandes como pequeños platos.
Afirman que no tenían barbas y
que venían vestidos algunos de ellos con pieles de animales y otros con la ropa
que les dio natura. Y que no trajeron mujeres consigo.
Los cuales, como llegasen a
esta punta, después de haber en ella hecho su asiento a manera de pueblo (que
aún en estos tiempos hay memoria de los sitios de estas casas que tuvieron),
como no hallasen agua para remediar la falta que de ella sentían hicieron unos
pozos hondísimos: obra, por cierto, digna de memoria, hecha por fortísimos
hombres como se presume que serían aquellos, pues era tanta su grandeza.
Y cavaron estos pozos en peña
viva hasta que hallaron el agua. Y después los labraron desde ella hasta arriba
de piedra, de tal manera que durará muchos tiempos y edades. En los cuales hay
muy buena y sabrosa agua y siempre tan fría que es un gran contento beberla.
Habiendo, pues, hecho sus
asientos estos crecidos hombres o gigantes –y teniendo estos pozos o cisternas
de donde bebían- todo el mantenimiento que hallaban en la comarca de la tierra
que ellos podían hallar lo destruían. Y comían tanto que dicen que uno de ellos
comía más vianda que 50 hombres de los naturales de aquella tierra. Y como no
bastase la comida que hallaban para sustentarse mataban mucho pescado en la mar
–con sus redes y aparejos que, según razón, tendrían.
Vivieron en gran aborrecimiento
de los naturales, porque por usar con sus mujeres las mataban. Y a ellos hacían
lo mismo por otras causas. Y los indios no se hallaban bastantes para matar a
esta nueva gente que había venido a ocuparles su tierra y señorío, aunque se
hicieron grandes juntas para platicar sobre ello, pero no les osaron acometer.
Pasados algunos años, estando
todavía estos gigantes en esta parte, como les faltasen mujeres y las naturales
no les cuadrasen por su grandeza –o porque sería vicio usado entre ellos por
consejo e inducimiento del maldito demonio- usaban unos con otros el pecado de
la sodomía tan gravísimo y horrendo, el cual usaban y cometían pública y
descubiertamente sin temor de Dios y poca vergüenza de sí mismos. Y afirman
todos los naturales que Dios nuestro Señor, no siendo servido de disimular
pecado tan malo, les envió el castigo conforme a la fealdad del pecado.
Y así, dicen que estando todos
juntos envueltos en su maldita sodomía, vino fuego del cielo temeroso y muy
espantable haciendo gran ruido, del medio del cual salió un ángel
resplandeciente con una espada tajante y muy refulgente, con la cual de un solo
golpe los mató a todos. Y el fuego los consumió, que no quedó sino algunos
huesos y calaveras que para memoria del castigo quiso Dios que quedasen sin ser
consumidos por el fuego.
Esto dicen de los gigantes. Lo
cual creemos que pasó, porque en esta parte dicen se han hallado y hallan
huesos grandísimos. Y yo he oído a españoles que han visto pedazo de muela que
juzgaban que, a estar entera, pesar más de media libra carnicera. Y también que
habían visto otro pedazo del hueso de una canilla que es cosa admirable contra
cuán grande era, lo cual hace testigo haber pasado. Porque, sin esto, se ve
dónde tuvieron los sitios de los pueblos y los pozos o cisternas que hicieron.
Querer afirmar o decir de qué
parte o por qué camino vinieron estos no lo puedo afirmar, porque no lo sé”.
Pero Pedro de Cieza de León,
no solo nos habla sobre la llegada y destino de estos hombres, sino que nos
relata otros hallazgos de estos supuestos restos de gigantes, encontrados en
Lima y en México. Nos cuenta Cieza de León:
“Este año de 1550 oí yo
contar, estando en la ciudad de los Reyes, que siendo el ilustrísimo don Antonio
de Mendoza virrey y gobernador de la Nueva España se hallaron ciertos huesos en
ella de hombres tan grandes como los de estos gigantes –y aun mayores.
Y sin esto también he oído,
antes de ahora, que en un antiquísimo sepulcro se hallaron en la ciudad de México
–o en otra parte de aquel reino- ciertos huesos de gigantes. Por donde se puede
creer, pues tantos lo vieron y lo afirman, que hubo estos gigantes. Y aun
podrían ser todos uno.”
Ciertamente, es resaltante la
similitud que hay entre el relato de Fernando de Montesinos y Pedro de Cieza de
León, y es que según muchos investigadores, la obra de Cieza de León, fue por
mucho tiempo, una de las fuentes principales para los cronistas que le
sucedieron. Así que era más que probable que Montesinos haya sacado parte de
las informaciones en el relato de Cieza de León.
Y por último, por los datos
recogidos la historia de los gigantes evidentemente pareciera ser una especie
de leyenda o mito creado para explicar algunos restos de dinosaurios u otras
especies de gran tamaño, por ejemplo, de ballenas varadas en las costas,
salpimentado por supuesto con historias de sodomía y abuso de poder, que iban
bien para la época tan preocupada por los asuntos religiosos y morales, sin
embargo, hay quienes piensan, que quizá esta llegada por mar, pudo significar
algo más, y que la llegada de estos seres gigantes, sin barbas, pudieron ser
alguna civilización navegante, que pudo llegar a costas sudamericanas mucho
antes que los españoles. En este caso, hay alguno que otro que habla de los
vikingos.
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