El encuentro de Peter Khoury y el ADN de una posible mujer Extraterrestre
Durante décadas, los relatos de personas que afirman haber sido abducidas por seres no humanos han despertado fascinación y escepticismo en todo el mundo. La mayoría de estas historias se basan únicamente en testimonios, lo que las convierte en experiencias difíciles de comprobar. Sin embargo, en Australia ocurrió un caso singular que se diferencia de muchos otros porque, según la investigación, dejó tras de sí un posible rastro físico. Este hecho ha llevado a algunos especialistas a considerar que podría tratarse de una de las pocas ocasiones en que una experiencia de abducción estuvo acompañada de evidencia material analizable.
El protagonista de esta historia es Peter Khoury, un hombre residente en Sídney, de origen libanés, que aseguró haber tenido encuentros cercanos con entidades de aspecto extraño. Lo que comenzó como una experiencia desconcertante en 1988 se transformó en un caso que, con el tiempo, captó la atención de investigadores y bioquímicos debido al hallazgo de un posible cabello de un ser que no encajaba con las características humanas conocidas en la región.
La primera experiencia de Peter Khoury
Todo comenzó la noche del 12 de julio de 1988. Khoury fue despertado de manera repentina al sentir que algo le sujetaba los tobillos. Una sensación de entumecimiento recorrió su cuerpo desde los pies hasta dejarlo completamente paralizado, con la excepción de los ojos. En ese estado observó a su derecha entre tres y cuatro figuras pequeñas, encapuchadas, de rostros arrugados y oscuros con una superficie brillante. Según relató, los seres se comunicaron con él telepáticamente y le aseguraron que no sufriría daño.
A su lado izquierdo aparecieron otras dos figuras diferentes. Eran altas, delgadas, de ojos negros muy grandes y un mentón estrecho. Su piel tenía un tono dorado amarillento. Uno de ellos introdujo una aguja en la frente de Khoury, lo que provocó que perdiera el conocimiento.
Al día siguiente mostró una herida en la zona a su prometida, y posteriormente a su médico. El doctor, al escuchar lo sucedido, se rió y le sugirió que probablemente se había golpeado con un clavo. Esta reacción aumentó la frustración y ansiedad de Khoury, quien se sentía incapaz de compartir su experiencia sin ser ridiculizado. Más tarde, gracias a su pareja, conoció el libro Communion de Whitley Strieber, lo que le permitió descubrir que no estaba solo en este tipo de vivencias. Años después fundó la UFO Experience Support Association en abril de 1993, buscando un espacio donde las personas pudieran compartir y encontrar apoyo en relatos similares.
El segundo encuentro y la evidencia inesperada
El 23 de julio de 1992, Khoury experimentó un episodio aún más desconcertante. En ese momento se encontraba convaleciente tras haber tenido un accidente en su trabajo, lo que lo obligaba a tomar fuertes medicamentos. Aquella mañana, después de dejar a su esposa en la estación del tren, regresó a casa y se acostó. Poco después despertó sentado en la cama frente a dos mujeres desnudas de aspecto inusual.
Ambas tenían una expresión vidriosa y poco natural. Una de ellas tenía rasgos similares a los de una mujer asiática o india, mientras que la otra era rubia, de ojos extremadamente grandes y pómulos demasiado altos. La mujer de piel más oscura observaba atentamente, como si la rubia le estuviera mostrando algo. De repente, la rubia intentó iniciar un acto sexual con Khoury. Aunque trató de resistirse, la fuerza de la figura era superior. En medio de la lucha, él mordió con tal intensidad su pezón que sintió que lo arrancaba y que lo tenía en su garganta. Lo sorprendente fue que ella no mostró dolor ni sangró, simplemente lo miró con desconcierto antes de desaparecer junto con su acompañante.
El supuesto pezón atorado en su garganta le causó tos persistente durante varias horas hasta que logró tragarlo. Más tarde, al revisarse, notó un dolor intenso en sus genitales y descubrió dos cabellos enrollados con fuerza alrededor de su miembro. Uno medía aproximadamente doce centímetros y el otro seis. Khoury los guardó en una bolsa de plástico, sin saber entonces la importancia que tendrían años después.
¿ADN Extraterrestre?
Muchos relatos de abducción mencionan experiencias sexuales o reproductivas con seres desconocidos. Sin embargo, lo particular de este caso es que Khoury conservó una supuesta parte física vinculada a su experiencia. En 1999, el químico e investigador Bill Chalker decidió llevar los cabellos a un grupo de bioquímicos para analizarlos.
El resultado fue sorprendente. El cabello rubio contenía una secuencia de ADN inusual, con cinco sustituciones consistentes respecto al consenso humano. Se descartó que se tratara de una contaminación de laboratorio y se determinó que esas características se encontraban solo en un porcentaje mínimo de personas en el mundo. El análisis concluyó que, aunque era posible que proviniera de una mujer de origen chino mongoloide, la apariencia del cabello no correspondía con esa genética.
En la región de Sídney, resultaba extremadamente improbable encontrar a alguien con esas características tan raras de ADN y, al mismo tiempo, con un cabello rubio casi transparente. Los científicos descartaron que se tratara de un cabello teñido, ya que la extracción del ADN de la raíz no habría sido posible en ese caso. La explicación más coherente, según los investigadores, era que correspondía a una mujer rubia de piel clara que no necesitaba pigmentación para protegerse del sol.
El hallazgo llevó a plantear una pregunta inquietante. ¿Era posible que Khoury hubiera entregado por azar un cabello con un ADN perteneciente a una de las ramas humanas más raras del planeta, comparable únicamente a linajes como los pigmeos africanos o los aborígenes? ¿O acaso tuvo un encuentro íntimo o cercano con una criatura que no era de este mundo?
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