LEYENDAS Y SUPERSTICIONES MAYAS: LOS MÉTODOS DEL MÉDICO H’MEN PARA CURAR ENFERMEDADES
Por Percy Taira
Continuando con esta serie de
leyendas, y en particular de leyendas mayas, sacadas del libro Supersticiones y
leyendas mayas de 1905 de Manuel Rejón García, también llamado Marcos de Chimay,
luego de hablar sobre el cacique de Chetumal y cómo perdió la vida por culpa deun eclipse de Luna, ahora vamos a hablar sobre las formas en que los médicos
mayas, curaban a sus enfermos, por lo menos, a conocer uno de estos casos.
En este relato se nos da a
conocer la labor del H’men, médico capaz de curar varias enfermedades, en este
caso, es sobre la historia de un niño que va con una determinada dolencia y
cómo este médico teniendo como materiales un pollo, una vela y un espejo, logra
diagnosticar el mal del niño y luego sanarle.
Interesante práctica, que
hasta el día de hoy, puede estarse realizando en estos momentos en alguna parte
no sólo de Yucatán en México sino en varias partes del mundo.
SACERDOTES MÉDICOS de Marcos de Chimay
Yucatán, como los otros países
de la antigüedad, de gobierno monárquico, tenía clases privilegiadas y entre
estas se encontraban los sacerdotes y médicos, cuyas funciones se confundían,
viéndose como cosa natural a un sacerdote verificando el pedz y aplicando el
cocan y al médico (h’men) o h’dzac yah desempeñando de sacerdote o adivino,
consultado el pedernal en los primitivos tiempos y posteriormente objetos de
vidrio.
El nombre del sacerdote
antiguo H’kin, que sin la aspiración de la hache también significa sol o día,
se aplica actualmente a los ministros de la religión católica, habiendo quedado
esas otras denominaciones, para los sucesores de los que servían en los altares
de Kukulcán.
El primero es el H’naat o
adivinino, el segundo el H’ men, médico, maestro de ceremonias, director de
prácticas gentílicas, quien como el H’ naat, tiene el uso del sastun, o piedra
reveladora; y el H’ Pulyaah o hechicero autor de los maleficios, temible por
sus malas artes que dan por resultado la expulsión de gusanos y aún de reptiles
y al cual, a pesar del temor que les inspira, ven los naturales con repulsión y
aún con desprecio, como el brujo de
otras regiones.
El H’ naat es considerado siempre
y consultado en los casos en que se necesita adivinar algo, y sus funciones se
reducen a eso; de mayor jerarquía que los otros, es el tiene el Mactzil o
virtud del h’ naat y no desciende a las funciones del H’ Men, sino para
predecir si un enfermo vivirá o no, sin meterse en la medicación, el h’men como
se ha dicho, es el médico y el sacerdote; su principal función es el pedz
(apesgar). Es una imposición de manos
tocando al paciente, y viéndole con gran fijeza, murmurar ciertas palabras:
Xiic u tancasil kohan metnal. Maix luksic u tancasil? Ten luksic, u tancasil
tumen yanten mactzil in, luksic. Xicoob metnal che tun cimil zizhalil, auatmó,
chachauay, tuzik, kauix, xic metnal. ¿Maix luksic u tancasil? Ten luksin u
tancasil tu men yanten u mactzil in luksic. Xicoob mental xé, xekik, tukub,
bocan, sac cimil, etc.
(Significado) Vaya el microbio
del enfermo al abismo. ¿Quién quita el microbio? Yo quito el microbio, porque
tengo virtud para quitarlo. Vayan al abismo, la muerte súbita, el resfriado, el
dolor de costado, la lepra, la disnea, retención de orina; vayan al abismo.
¿Quién quita el microbio? Yo quito el microbio porque tengo poder para
quitarlo, vayan al abismo el vómito de sangre, el hipo, la postema, mal de
corazón, etcétera.
Hemos presencia una curiosa
escena de estas: llamado el h’men para asistir a un niño enfermo, entró en
la pieza en que estaba vióle largo
tiempo y dijo: “pobre niño, vamos a ver si es curable, aunque parece en agonía
(xulikil). Pidió un pollo, y asiéndole de la cabeza empezó a golpear las
paredes de la habitación con el cuerpo. Como es natural el ave de Pitágoras y
mal logrado Sultán del corral, dio fin a su existencia antes del tercer golpe;
el médico continuó sin embargo, recorriendo dos o tres veces la habitación y
pronunciando palabras semejantes a las mencionadas; luego tomó un poco de la
sangre del pollo y la untó a la mollera del niño, púsole las manos encima, y
viéndole con mucha atención continuó como magnetizándole mientras murmuraba
palabras entre dientes, por lo que no llegamos a comprenderlas. Transcurridos cinco
minutos pidió una vela de cera y yéndose con ella, a un rincón del cuarto, sacó
del morral un trozo de vidrio y lo puso a trasluz de aquella vela; después que
lo hubo examinado algún tiempo dijo que el niño sanaría de aquella enfermedad,
terminando con la oferta de que por la noche llevaría la medicina que consistió
en razonable porción de yerbas que molidas se aplicaron a la cabeza del
paciente.
Quedamos admirados más que del
remedio que dejó al pequeño con enorme gorro de verdura, de la gravedad del
curandero y aún más de la fe de los circunstantes.
La preocupación de penetrar el
porvenir, también se manifiesta en el país en forma de buena ventura que se
anuncia mezclando la albúmina de un huevo con medio vaso de agua y viendo a
trasluz lo que existe tal vez en la imaginación del que verifica esa mezcla. La
circunstancia de recitarse sobre el vaso un “Credo” y escogerse el día de San
Juan para efectuarlo, nos hace suponer que no es costumbre aborígena y por la
mencionamos de paso.
El Cocan es tan célebre como
el pedz y se aplica con rezos análogos y ceremonial semejante. “Diente de
culebra” significa esa palabra y se origina de que se toman los colmillos de
estos reptiles y se limpian perfectamente para aplicar en forma de
sanguijuelas; producen pequeñas sangrías en virtud del tubo capilar que sirvió
al reptil para expeler el veneno. También con buen éxito se utilizan en
sustitución de los colmillos mencionados, las púas de una especie de
puerco-espín, llamado Kixpachoch y asimismo algunas especies de espinos.
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