LIBROS HISTÓRICOS Y DEL MISTERIO: TRATADO DE PINTURA DE LEONARDO DA VINCI – PARTE IX

Lámina I


Lámina II


Lámina III


Lámina IV



Lámina V


Lámina VI


Lámina VII




CLXI.

De las tintas que resultan de la mezcla de otros colores; y se llaman especies segundas.

Entre los colores simples el primero es el blanco, aunque los Filósofos no admiten al negro y al blanco en la clase de colores; porque el uno es causa de colores, y el otro privación de ellos. Pero como el Pintor necesita absolutamente de ambos, los pondremos en el número de los colores, y segun esto diremos qae el blanco es el primero de los colores simples, el amarillo el segundo, el verde el tercero, el azul el cuarto, el rojo el quinto, y el negro el sexto. El blanco lo ponemos en vez de la luz, sin la cual no puede verse ningún color: el amarillo para la tierra: el verde para el agua: el azul para el aire: el rojo para el fuego; y el negro para las tinieblas que están sobre el elemento del fuego; porque en él no hay materia ni crasicie en donde puedan herir los rayos solares, y por consiguiente iluminar. Si se quiere ver brevemente la variedad de todos los colores compuestos, tómense algunos vidrios dados de color, y mírese por ellos el campo y otras cosas, y se advertirá como todos los colores de lo mirado por ellos estarán mezclados con el del vidrio, y se notará la tinta que resulta de la tal mezcla, ó cual de ellos se pierde del todo. Si el vidrio fuese amarillo, podrán mejorarse ó empeorarse los colores que por él pasen á la vista; se empeorarán el azul y el negro, y mucho mas el blanco; y se mejorarán el amarillo y verde sobre todos los demás; y de este modo se recorrerán todas las mezclas de colores que son infinitas, y se podrán inventar y elegir nuevos coloros mixtos y compuestos, poniendo dos vidrios de dos diferentes colores uno detras de otro para poder adelantar por sí.

CLXII.

De los colores.

El azul y el verde no son en rigor colores simples; porque el primero se compone de luz y de tinieblas, como el azul del aire que se compone de un negro perfectísimo, y de un blanco clarísimo; y el segundo se compone de un simple y un compuesto, que es el azul y el amarillo. Las cosas trasparentes participan del color del cuerpo que en ellas se trasparenta, pues un espejo se tiñe en parte del color de la cosa que representa, y tanto mas participa el uno del otro, cuanto mas ó menos fuerte es la cosa representada respecto del color del espejo, y la cosa que mas participe del color de este, se representará en él con mucha mayor fuerza.

Entre los colores de los cuerpos el que tenga mas blancura se verá desde mas lejos, y el mas oscuro por consiguiente se perderá á menor distancia.

Entre dos cuerpos de igual blancura, y á igual distancia de la vista, el que esté rodeado de mas oscuridad parecerá mas claro; y al contrario, la oscuridad que esté al lado de la mayor blancura parecerá mas tenebrosa.

Entre los colores de igual belleza parecerá mas vivo el que se mire al lado de su opuesto, como lo pálido con lo sonrosado, lo negro con lo blanco, lo azul con lo amarillo, lo verde con lo rojo, aunque ninguno de estos sea color verdadero; porque todas las cosas se conocen mejor al lado de sus contrarias, como lo oscuro en lo claro, lo claro en lo oscuro.

Cualquiera cosa vista entre aire oscuro y turbulento parecerá mayor de lo que es; porque, como ya se ha dicho, las cosas claras se aumentan en el campo oscuro por las razones que se han apuntado (9).

El intervalo que media entre la vista y el objeto lo trasmuta á este, y lo viste de su color, como el azul del aire tiñe de azul á las montañas lejanas; el vidrio rojo hace que parezcan rojos los objetos que se miren por él; y el resplandor que arrojan las estrellas á su contorno está ocupado también por la oscuridad de la noche, que se interpone entre la vista y su luz. El verdadero color de cualquier cuerpo solo se notará en aquella parte que no esté ocupada de ninguna cualidad de sombra ni de brillantez, si es cuerpo lustroso. Cuando el blanco termina en el negro parecerán los términos de aquel mucho mas claros, y los de este mucho mas oscuros.

*(9) Estas razones que aquí cita Vinci estarían en alguna nota ó apéndice de esta obra, que no pudo llegar á las manos del Editor; porque no se encuentran en el resto de ella.

CLXIII.

Del color de las montanas.

Cuanto mas oscura sea en sí una montana, tanto mas azul parecerá á la vista; y la que mas alta esté, y mas llena de troncos y ramas será mas oscura; porque la multitud de matas y arbustos cubre la tierra de modo que no puede penetrar la luz; y ademas las plantas rústicas son de color mas oscuro que las cultivadas. Las encinas, hayas, abetos, cipreses y pinos son mucho mas oscuros que los olivos y demás árboles de jardín. La parte de luz que se interpone entre la vista y lo negro de la cima, compondrá con él un azul mas bello, y al contrario. Cuanto mas semejante sea el color del campo en que insiste una planta al de esta, tanto menos parecerá que sale fuera, y al contrario; y la parte blanca que confine con parte negra parecerá mucho mas clara, y del mismo modo se manifestará mas oscura la que mas remota esté de un paraje negro, y al contrario.

CLXIV.

El Pintor debe poner en práctica la Perspectiva de los colores.

Para ver cómo las cosas puestas en Perspectiva varían, pierden ó disminuyen en cuanto á la esencia del color, se pondrán en el campo de cien en cien brazas varios objetos como árboles, casas, hombres &c.

Colocaráse un cristal de modo que se mantenga firme, y teniendo la vista fija sobre él, se dibujará un árbol siguiendo los contornos que señala el primer árbol: luego se irá apartando el cristal hasta que el árbol natural quede al lado del dibujado: á este se le dará el colorido correspondiente, siguiendo siempre lo que ofrece el natural, de modo que cerrando el un ojo parezca que ambos árboles están pintados, y á una misma distancia. Hágase lo mismo con el segundo árbol, bajo estos mismos principios, y también con el tercero de cien en cien brazas; y esto servirá de mucho auxilio y dirección al Pintor poniéndolo en práctica siempre que le ocurra, para que quede la obra con división sensible en sus términos. Según esta regla hallo que el segundo árbol disminuye respecto al primero 4/5 de la altura de este, estando ambos á la distancia de veinte brazas.

CLXV.

De la Perspectiva aérea.

Hay otra Perspectiva que se llama aérea, pues por la variedad del aire se pueden conocer las diversas distancias de varios edificios, terminados en su principio por una sola línea; como por ejemplo: cuando se ven muchos edificios á la otra parte de un muro, de modo que todos se manifiestan sobre la extremidad de este de una misma magnitud, y se quiere representarlos en una pintura con distancia de uno á otro. El aire se debe fingir un poco grueso; y ya se sabe que de este modo las cosas que se ven en el último término, como son las montañas, respecto á la gran cantidad de aire que se interpone entre ellas y la vista, parecen azules y casi del mismo color que aquel, cuando el sol está aun en el oriente. Esto supuesto, se debe pintar el primer edificio con su tinta particular y propia sobre el muro; el que esté mas remoto debe ir menos perfilado y algo azulado; el que haya de verse mas allá se hará con mas azul, y al que deba estar cinco veces mas apartado, se le dará una tinta cinco veces mas azul; y de esta manera se conseguirá que todos los edificios pintados sobre una misma línea parecerán de igual tamaño, y se conocerá distintamente cuál está mas distante, y cuál es mayor.


CLXVI.

De varios accidentes y movimientos del hombre; y de la proporción de sus miembros.

Las medidas del hombre en cada uno de sus miembros varían mucho, ya plegándose estos mas ó menos, ó de diferentes maneras, y ya disminuyendo ó creciendo mas ó menos de una parte, según crecen ó disminuyen del lado opuesto.


CLXVII.

De las mutaciones que padecen las medidas del hombre desde que nace hasta que acaba de crecer.

El hombre cuando niño tiene la anchura de la espalda igual á la longitud del rostro, y á la del hombro al codo, doblado el brazo: igual á esta es la distancia desde el pulgar al codo, y la que hay desde el pubis á la rótula ó choquezuela, y desde esta á la articulación del pie. Pero cuando ya ha llegado á la perfecta estatura todas estas distancias doblan su longitud excepto el rostro, el cual junto con lo demás de la cabeza no padece tanta alteración: en cuya suposición el hombre cuando ha acabado de crecer, si es bien proporcionado, tendrá en su altura diez longitudes de su rostro, la anchura de su espalda será de dos de estas longitudes, y lo mismo todas las demás partes mencionadas. Lo demás se dirá en la medida universal del hombre.


CLXVIII.

Los niños tienen las coyunturas al contrario que los adultos, respecto á la grosura.

Los niños tienen todas las coyunturas muy sutiles, y el espacio que hay entre una y otra carnoso: esto consiste en que la cútis que cubre la coyuntura está sola, sin ligamento alguno de los que cubren y ligan á un mismo tiempo el hueso; y la pingüedo ó gordura se halla entre una y otra articulación, inclusa en medio del hueso y de la cútis: pero como el hueso es mucho mas grueso en la articulación que en lo restante, al paso que va creciendo el hombre, va dejando aquella superfluidad que habia entre la piel y el hueso, y por consiguiente aquella se une mas á este, y quedan mas delgados los miembros. Pero en las articulaciones como no hay mas que el cartílago y los nervios, no pueden desecarse ni menos disminuirse. Por lo cual los niños tienen las coyunturas sutiles y los miembros gruesos, como se ve en las articulaciones de los dedos y brazos, y la espalda sutil y cóncava: al contrario el adulto, que tiene las articulaciones gruesas en las piernas y brazos, y donde los niños tienen elevación, él disminuye (10).

*(10) Segun se demuestra en todo género de esqueletos, la misma proporción hay entre el grueso de la parte de hueso que compone la articulación, y lo restante de él en un niño, que en un adulto. El espacio entre una y otra articulación es por lo regular mucho mas abultado; porque alli están los cuerpos de los músculos que son carnosos, y esto sucede igualmente en el niño que en el adulto. Es verdad que los niños tienen mas gordura en las partes exteriores del cuerpo que en las interiores, lo que sucede al contrario en los adultos proporcionalmente, y asi dichas partes han de ser mas abultadas en los niños respectivamente que en los hombres.

Dice Vinci que la coyuntura está sola sin ligamento alguno de los que cubren y ligan á un mismo tiempo el hueso; lo cual es falso, porque toda articulación está cubierta de todos los ligamentos que sirven para afianzarla, y aun en algunas pasan por encima algunos músculos y tendones. Este error será tal vez, como ya se ha advertido en el prólogo, ó alteración de las copias de la obra, ó defecto del arte anatómico en aquellos tiempos.


CLXIX.

De la diferencia de proporción que hay entre el hombre y el niño.

Entre los hombres y los niños hay gran diferencia en cuanto á la distancia desde una coyuntura á otra, pues el hombre desde la articulación del hombro hasta el codo, desde este al extremo del dedo pulgar, y desde el un hombro al otro tiene la longitud de dos cabezas y el niño solo una; porque la naturaleza compone la habitación del entendimiento antes que la de los espíritus vitales.


CLXX.

De las articulaciones de los dedos.

Los dedos de la mano tienen sus coyunturas gruesas por todas partes cuando se doblan, y cuanto mas doblados estén, mas se engruesan estas; y al contrario, conforme se van extendiendo, se disminuye el grueso de las articulaciones. Lo mismo sucede en los dedos del pie, y admiten mas ó menos variación según lo carnosos que sean.

CLXXI.

De la articulación del hombro y su incremento.

La articulación del hombro y de los otros miembros que se doblan se demostrará en el tratado de la Anatomía, en donde se dará la razón y causa de los movimientos de todas las partes que componen el hombre. (11).

*(11)Gran lástima es que no haya llegado á nosotros este tratado, pues en lo concerniente á la Pintura seria digno de la capacidad de tan grande hombre.

CLXXII.

De los hombros.

Los movimientos simples y principales que hace el hombro son cuando el brazo correspondiente se levanta, se baja ó se echa atrás. Pudiérase decir con razón que estos movimientos eran infinitos; porque poniendo á un hombre con la espalda arrimada á la pared, y señalando en ella con el brazo un círculo, entonces hará todos los movimientos de que es capaz el hombro: y siendo toda cuantidad continua divisible hasta el infinito; como el círculo es cuantidad contínua, y está producido por el movimiento del brazo, este movimiento no produciría cuantidad contínua, si no condujese á la línea la misma continuación. Luego habiendo caminado por todas las partes del círculo el movimiento del brazo, y siendo aquel divisible hasta el infinito, serán también infinitos los movimientos y variedades del hombro.


CLXXIII.

De las medidas universales del cuerpo.

Las medidas universales del cuerpo se han de tomar por lo largo, no por lo grueso; porque la cosa mas maravillosa y laudable de las obras de la naturaleza consiste en que jamas se parece exactamente una persona á otra. Por tanto el Pintor, que es imitador de la naturaleza, debe observar y mirar la variedad de contornos y lineamentos. Está bien que huya de lo monstruoso, como la excesiva longitud de una pierna, lo corto de un cuerpo, lo encogido del pecho ó lo largo de un brazo; pero notando la distancia de las articulaciones y los gruesos, que es en donde mas varía la naturaleza, logrará imitar también su variedad.


CLXXIV.

De la medida del cuerpo humano y dobleces de los miembros.

La necesidad le obliga al Pintor á que tenga noticia de los huesos que forman la estructura humana, principalmente de la carne que los cubre, y de las articulaciones que se dilatan ó contraen en sus movimientos; por cuya razón, midiendo el brazo extendido, da diferente proporción de la que se encuentra estando [ pág. ]doblado. El brazo crece y disminuye entre su total extensión y encogimiento la octava parte de su longitud. Este incremento y contracción del brazo proviene del hueso que sale fuera de la articulación del codo, el cual, como se ve en la figura C A B, hace largo desde la espaldilla ú hombro hasta el codo, cuando el ángulo de este es menos que recto, y tanto mas se aumenta esta longitud, cuanto mas disminuye el ángulo; y al contrario, se va contrayendo, conforme se abre. Lámina II.

CLXXV.

De la proporción respectiva de los miembros.

Todas las partes de cualquier animal deben ser correspondientes al todo: de modo que el que en sí es corto y grueso, debe tener todos los miembros cortos y gruesos; y el que sea largo y delgado, debe tenerlos por consiguiente largos y delgados; como también el que sea un medio entre estos dos extremos, habrá de conservar la misma medianía. Lo mismo se debe entender de las plantas, cuando no estén estropeadas por el hombre ó por el viento; porque de otro modo era juntar la juventud con la vejez, con lo cual quedaba viciada la proporción natural.


CLXXVI.

De la articulación de la mano con el brazo.

La articulación de la mano con el brazo disminuye un poco su grueso al cerrar el puño, y se engruesa cuando se abre aquella: lo contrario sucede al antebrazo en toda su extensión; y esto proviene de que al abrir la mano se extienden los músculos domésticos, y adelgazan el antebrazo; y al cerrar el puño, se hinchan y engruesan los domésticos y silvestres; pero estos solo se apartan del hueso, porque los tira la acción de doblar la mano (12).

*(12) Los músculos que en este § llama Vinci domesticos y silvestres serán sin duda todos los que sirven para los movimientos del carpo ó muñeca, y para la flexión y extensión de los dedos, todos los cuales se hallan en el antebrazo, á excepción de algunos que tienen su origen en la parte inferior del húmero y sus condilos.

CLXXVII.

De la articulación del pie, su aumento y diminución.

La diminución y aumento de la articulación del pie resulta en la parte llamada tarso ó empeine, la cual se engruesa cuando se forma ángulo agudo con el pie y la pierna; y se adelgaza conforme se va abriendo. Véase O P. Lámina II.

CLXXVIII.

De los miembros que disminuyen al doblarse, y crecen al extenderse.

Entre los miembros que tienen articulación para doblarse, solo la rodilla es la que se disminuye al doblarse, y se engruesa al extenderse.


CLXXIX.

De los miembros que engruesan en la articulación al doblarse.

Todos los miembros del hombre engruesan al doblarse en su articulación, excepto la rodilla.

CLXXX.

De los miembros del desnudo.

Los miembros de un hombre desnudo, fatigado en diversas acciones, deben descubrir los músculos de aquel lado por donde estos dan movimiento al miembro que está en acción, y los demás deben representarse mas ó menos señalados, según la mas ó menos violenta acción en que estén.

CLXXXI.

Del movimiento potente de los miembros del hombre.

Aquel brazo tendrá mas poderoso y largo movimiento, que estando apartado de su sitio natural, experimente mayor adherencia ó fuerza de los otros miembros por retraerle al parage hacia donde desea moverse. Como la figura A que mueve el brazo con el dardo E, y lo arroja á sitio contrario, moviéndose con todo el cuerpo hacia B. Lámina III.


CLXXXII.

Del movimiento del hombre.

La parte principal y sublime del arte es la investigación de las cosas que componen cualquiera otra; y la segunda, que trata de los movimientos, estriba en que tengan conexión con sus operaciones: estas se deben hacer con prontitud, según la naturaleza de quien las ejecuta, ya solícito, ó ya tardío y perezoso; y la prontitud en la ferocidad ha de ser correspondiente en todo á la cualidad que debe tener quien la ejecuta. Por ejemplo: cuando se ha de representar un hombre arrojando un dardo, una piedra ó cosa semejante, debe manifestar la figura la total disposición que tiene para tal acción, como se ve en estas figuras, diversas entre sí, respecto á su acción y potencia. La primera A representa la fuerza ó potencia; la segunda B el movimiento: pero la B arrojará á mas distancia lo que tire que la A; porque aunque ambas demuestran que quieren arrojar el peso que tienen hácia una misma parte, la B, teniendo vueltos los pies hácia dicho parnge, cuando, torciendo el cuerpo, se mueve á la parte opuesta á aquella hacia donde dispone su fuerza y potencia, vuelve luego con velocidad y comodidad al mismo puesto, y desde allí arroja de la mano el peso que tiene. Y en el mismo caso la figura A, como tiene las puntas de los pies hácia parage contrario á aquel adonde va á arrojar el peso, se vuelve á él con grande incomodidad, y por consiguiente el efecto es muy débil, y el movimiento participa de su causa; porque la disposición de la fuerza en todo movimiento debe ser torciendo el cuerpo con violencia, y volviéndolo al sitio natural con comodidad, para que de este modo tenga la operación buen efecto. Porque la ballesta que no tiene disposición violenta, el movimiento de la flecha que arroje será breve ó ninguno; pues donde no se deshace la violencia, no hay movimiento, y donde no hay violencia, mal puede destruirse: y asi el arco que no tiene violencia, no puede producir movimiento, á menos que no la adquiera, y para adquirirla tendrá variación. Sentado esto, el hombre que no se tuerce y vuelve, no puede adquirir potencia; y asi cuando la figura A haya arrojado el dardo, advertirá que su tiro ha sido corto y flojo para el punto hacia donde le dirigia, y que la fuerza que hizo solo aprovechaba para un sitio contrario. Lámina III.

CLXXXIII.

De las actitudes y movimientos, y sus miembros.

En una misma figura no se deben repetir unos mismos movimientos, ya en sus miembros, ya en sus manos ó dedos; ni tampoco en una misma historia se deben duplicar las actitudes de las figuras. Y si la historia fuese demasiadamente grande, como una batalla, en cuyo caso solo hay tres modos de herir, que son estocada, tajo y revés; entonces es forzoso poner cuidado en que todos los tajos se representen en varios puntos de vista, como por la espalda, por el costado ó por delante; y lo mismo en los otros dos modos, y en todas las demás actitudes que participen de una de estas. En las batallas tienen mucha viveza y artificio los movimientos compuestos, como cuando una misma figura se ve con las piernas hacia adelante, y el cuerpo de perfil. Pero de esto se hablará en otro lugar.

CLXXXIV.

De las articulaciones de los miembros.

En las articulaciones de los miembros y variedad de sus dobleces es de advertir que cuando por un lado crece la carne, falla por el otro; lo cual se puede notar en el cuello de los animales, cuyo movimiento es de tres modos diferentes: dos de ellos simples, y uno compuesto que participa de ambos. El uno de los movimientos simples es cuando se une á la espalda, ó cuando baja ó sube la cabeza. El segundo es cuando se vuelve hacia la derecha ó izquierda, sin encorvarse, antes bien manteniéndole derecho, y la cabeza vuelta á un lado de la espalda. El tercer movimiento, que es compuesto, se advierte cuando el cuello se vuelve y se tuerce á un mismo tiempo, como cuando la oreja se inclina sobre un hombro, dirigiendo el rostro hacia la misma parte ó á la otra, encaminando la vista al Cielo.


CLXXXV.

De la proporción de los miembros humanos.

Mídase el Pintor á sí mismo la proporción de sus miembros, y note el defecto que tenga, para tener cuidado de no cometer el mismo error en las figuras que componga por sí: porque suele ser vicio común en algunos gustar de hacerlas cosas á su semejanza.

CLXXXVI.

De los movimientos de los miembros.

Todos los miembros del hombre deben ejercer aquel oficio para que fueron destinados; esto es, que en los muertos ó dormidos no debe representarse ningún miembro con viveza ni despejo. Asi, pues, el pie se hará siempre extendido, como que recibe en sí todo el peso del hombre, y nunca con los dedos separados, sino cuando se apoye sobre el talón.

CLXXXVII.

De los movimientos de las partes del rostro.

Los movimientos de las partes del rostro, cansados por los accidentes mentales, son muchos: los principales son la risa, el llanto, el gritar, el cantar, ya sea con voz grave ó delgada, la admiración, la ira, la alegría, la melancolía, el espanto, el dolor, y otros semejantes; de todos los cuales se hará mención; pero primero de la risa y llanto, porque se semejan mucho en la configuración de la boca y mejillas, como también en lo cerrado de los ojos; y solo se diferencian en las cejas y su intervalo. Todo esto se dirá en su lugar, y también la variedad que recibe el semblante, las manos, y toda la persona por algunos accidentes, cuya noticia es muy necesaria al Pintor, pues si no, pintará verdaderamente dos veces muertas las figuras. Y vuelvo á advertir que los movimientos no han de ser tan desmesurados y extremados, que la paz parezca batalla ó junta de embriagados: y sobre todo los circunstantes al caso de la historia que se pinte, es menester que estén en acto de admiración, de reverencia, de dolor, de sospecha, de temor ó de gozo, según lo requieran las circunstancias con que se haya hecho aquel concurso de figuras; y también se procurará no poner una historia sobre otra en una misma parte con diversos horizontes, de modo que parezca una tienda de géneros con sus navetas y cajones cuadrados.

CLXXXVIII.

Diferencias de los rostros.

Las partes que constituyen la mediación ó cañon de la nariz son de ocho modos diferentes: I.º ó son igualmente rectas, igualmente cóncavas, ó igualmente convexas: 2.º desigualmente rectas, cóncavas, ó convexas: 3.° ó rectas en la parte superior, y cóncavas en la inferior: 4° ó en la parte inferior convexas, y cóncavas en la superior: 5.º ó cóncavas en la parte superior, y en la inferior rectas: 6.º ó en la parte inferior cóncavas, y convexas en la superior: 7.° ó arriba convexas, y debajo rectas: 8.° ó arriba convexas, y debajo cóncavas.

La unión de la nariz con el entrecejo es de dos maneras, ó cóncava ó recta.

La frente varía de tres modos: llana, cóncava ó llena. La llana puede ser convexa en la parte superior ó en la inferior, ó en ambas, y también llana generalmente.

CLXXXIX.

Modo de conservar en la memoria y dibujar el perfil de un rostro; habiéndole visto solo una vez.

En este caso es menester encomendar á la memoria la diferencia de cuatro miembros diversos, como son la nariz, boca, barba y frente. En cuanto á la nariz puede ser de tres suertes recta, cóncava ó convexa. Entre las rectas hay cuatro clases: largas, cortas, con el pico alto, ó con el pico bajo. La nariz cóncava puede ser de tres géneros, pues unas tienen la concavidad en la parte superior, otras en la media, y otras en la inferior. La nariz convexa puede también ser de otros tres géneros: ó en el medio, ó arriba ó abajo. La parte que divide las dos ventanas de la nariz (llamada columna) puede igualmente ser recta, cóncava ó convexa.

CXC.

Modo de conservar en la memoria la forma ó fisonomía de un semblante.

Para conservar con facilidad en la imaginación la forma de un rostro, es preciso ante todas cosas tener en la memoria multitud de formas de boca, ojos, nariz, barba, garganta, cuello y hombros, tomadas de varias cabezas. La nariz mirada de perfil puede ser de diez maneras diferentes: derecha, curva, cóncava, con el caballete en la parte superior ó en la inferior, aguileña, roma, redonda ó aguda. Mirada de frente se divide en once clases diferentes: igual, gruesa en el medio ó sutil, gruesa en la punta y sutil en el principio, delgada en la punta y gruesa en el principio, las ventanas anchas ó estrechas, altas ó bajas, muy descubiertas ó muy cerradas por la punta; y de este modo se hallarán otras varias diferencias en las demás partes, las cuales debe el Pintor copiar del natural, y conservarlas en la mente. También se puede, en caso de tener que hacer un retrato de memoria, llevar consigo una libretilla en donde estén dibujadas todas estas facciones, y después de haber mirado el rostro que se ha de retratar, se pasa la vista por la libreta para ver qué nariz ó qué boca de las apuntadas se la semeja; y poniendo una señal, se hace luego el retrato en casa.

CXCI.

De la belleza de un rostro.

No se pinten jamas músculos definidos crudamente; antes al contrario, desháganse insensible y suavemente los claros agradables con sombras dulces; y de este modo resultará la gracia y la belleza.

CXCII.

De la actitud.

La hoyuela de la garganta viene á caer sobre el pie, y echando adelante un brazo, sale de la línea del pie: si se pone detras la una pierna, se avanza la hoyuela; y de este modo en cualquier actitud muda de puesto.

CXCIII.

Del movimiento de los miembros que debe tener la mayor propiedad.

La figura cuyos movimientos no son acomodados á los accidentes que representa su imaginación en su semblante, dará á entender que sus miembros no van acordes con su discurso, y que vale muy poco el juicio de su artífice. Por esto toda figura debe representar con la mayor expresión y eficacia que el movimiento en que está pintada, no puede significar ninguna otra cosa mas de aquel fin con que se hizo.


CXCIV.

De los miembros del desnudo.

Los miembros de una figura desnuda se han de expresar mas ó menos, en cuanto á la musculación, según la mayor ó menor fatiga que ejecuten; y solo se deben descubrir aquellos miembros que trabajan mas en el movimiento ó acto que se representa, y el que tiene mayor acción se manifestará con mas fuerza, quedando mas suave y mórbido el que no trabaja.


CXCV.

Del movimiento del hombre y demás animales cuando corren.

Cuando el hombre se mueve, ya sea con velocidad ó lentamente, la parte que está sobre la pierna que va sosteniendo el cuerpo, será mas baja que la otra.

CXCVI.

En qué caso está mas alta la una espaldilla que la otra en las acciones del hombre.

Cuanto mas tardo sea el movimiento del hombre ó animal, tanto mas se levantará alternativamente la una espaldilla; y mucho menos cuanto mas veloz sea el movimiento. Esto se prueba por la proposición 9.ª del movimiento local que dice: todo grave pesa por la linea de su movimiento: por lo cual moviéndose el todo de un cuerpo hacia algún parage, la parte unida á él sigue la brevísima línea del movimiento de su todo, sin comunicar peso alguno á las parles laterales de él.


CXCVII.

Objeción al antecedente.

Dirán acaso en cuanto á lo primero, que no es necesario que el hombre, que está á pie firme o que anda con lentitud, use continuamente la dicha equiponderacion de los miembros sobre el centro de gravedad que sostiene el peso del todo; porque muchas veces no observa el hombre tal regla, antes bien hace todo lo contrario: pues en varias ocasiones se dobla lateralmente, afirmándose sobre un pie solo; otras descarga parte del peso total sobre la pierna que no está derecha, sino doblada la rodilla, como demuestran las figuras B C. Pero á esto se responde que lo que no hace la espaldilla en la figura B, lo hace la cadera, como se demostró en su lugar. Lámina IV.

CXCVIII.

La extensión del brazo muda al todo del hombre de su primer peso.

El brazo extendido hace que recaiga lodo el peso de la persona sobre el pie que la sustenta, como se ve en los Volatines, cuando andan en la maroma con los brazos abiertos, sin mas contrapeso.


CXCIX.

El hombre y algunos otros animales que se mueven con lentitud, tienen el centro de gravedad cercano al centro de su sustentáculo.

Todo animal que sea de tardo movimiento tendrá el centro de las piernas, que son su sustentáculo, próximo al perpendículo del centro de gravedad; y al contrario, en siendo de movimiento veloz, tendrá mas remoto el centro del sustentáculo del de gravedad.


CC.

Del hombre que lleva un peso sobre la espalda.

Siempre queda mas elevado el hombro en que estriba el peso en cualquier hombre, que el que va libre, como se puede ver en la figura, por la cual pasa la línea central de todo el peso del hombre, y del peso que lleva: y este peso compuesto, si no fuese dividido igualmente sobre el centro de la pierna en que estriba, se iria abajo necesariamente; pero la necesidad providencia el que se eche á un lado tanta cantidad del peso del hombre, como hay de peso accidental en el opuesto. Esto no se puede hacer, á menos que el hombre no se doble y se baje de aquel lado en que no tiene tanta carga, de tal manera que llegue á participar también del peso que lleva el otro: y de este modo se ha de elevar precisamente el hombro que va cargado, y se ha de bajar el libre; cuyo medio es el que ha encontrado en este caso la artificiosa necesidad. Lámina V.

CCI.

Del peso natural del hombre sobre sus pies.

Siempre que el hombre se mantenga en soló un pie, quedará el total de su peso dividido en partes iguales sobre el centro de gravedad que le sostiene. Lámina V.

CCII.

Del hombre andando.

Conforme va andando el hombre, pone su centro de gravedad en el de la pierna que planta en el suelo. Lámina VI.


CCIII.

De la balanza que hace el peso de cualquier animal inmóvil sobre sus piernas.

La privación de movimienlo de cualquier animal plantado en tierra nace de la igualdad que entonces tienen los pesos opuestos, mantenidos sobre ellos mismos. Lámina I.

CCIV.

De los dobleces del cuerpo humano.

Al doblarse el hombre por un lado, tanto disminuye por él, como crece por el opuesto: de modo que llega á ser la diminución subdupla de la extensión de la otra parte. Pero de esto se tratará particularmente.

CCV.

Sobre lo mismo.

Cuanto mas se extienda el un lado de un miembro de los que pueden doblarse, tanto mas se disminuirá el opuesto. La línea central extrínseca de los lados que no se doblan en los miembros capaces de doblez, nunca disminuye ni crece en su longitud.

CCVI.

De la equiponderación.

Siempre que una figura sostenga algún peso, saliéndose de la línea central de su cuantidad, es preciso que ponga á la parte opuesta tanto peso accidental ó natural, que baste á contrapesarlo, ó haga balanza al lado de la línea central que sale del centro del pie en que estriba, y pasa por medio del peso que insiste en dicho pie. Se ve muy frecuentemente á un hombre tomar un peso en un brazo, y levantar el otro ó apartarlo del cuerpo; y si esto no basta para contrabalancear, añade á la misma parte mas peso natural doblándose, hasta que es suficiente para resistir al que ha tomado. También se advierte, cuando va á caerse un hombre de un lado, que echa fuera el brazo opuesto inmediatamente.

CCVII.

Del movimiento humano.

Cuando se vaya á pintar una figura moviendo un peso cualquiera, debe considerarse que todos los movimientos se han de hacer por líneas diversas; esto es de abajo arriba con movimiento simple, como cuando un hombre se baja para recibir en sí un peso, que va á levantarlo alzándose; ó cuando quiere arrastrar alguna cosa hacia atrás, ó arrojarla hacia delante, ó tirar de una cuerda que pasa por una polea ó carrucha. Adviértase que el peso del hombre en este caso tira tanto, como se aparta el centro de su gravedad del de su apoyo; á lo que se añade la fuerza que hacen las piernas y el espinazo cuando se enderezan.


CCVIII.

Del movimiento causado por la destrucción de la balanza.

El movimiento causado por la destrucción de la balanza es el de la desigualdad; porque ninguna cosa puede moverse por sí, como no salga de su balanza; y tanto mayor es su velocidad, cuanto mas se aparta y se sale de aquella.


CCIX.

De la balanza de las figuras.

Si la figura planta sobre un pie solo, el hombro del lado que insiste debe estar mas bajo que el otro, y la hoyuela de la garganta debe venir á caer sobre el centro del pie en que estriba. Esto mismo se ha de verificar en todos los lados por donde se vea la figura, estando con los brazos no muy apartados del cuerpo, y sin peso alguno sobre la espalda ó en la mano, ni teniendo la pierna que no planta puesta muy atrás ó muy adelante. Lámina VII.


CCX.

De la gracia de los miembros.

Los miembros de un cuerpo deben acomodarse con gracia al propósito del efecto que se quiere haga la figura; pues queriendo que esta muestre bizarría, se deben representar los miembros gallardos y extendidos, sin decidir mucho los músculos, y aun aquella demostración que se haga de ellos debe ser muy suave, de modo que se conozca poco, con sombras claras; y se tendrá cuidado de que ningún miembro (especialmente los brazos) quede en línea recta con el que tiene junto á sí. Y si por la posición de la figura viene á quedar la cadera derecha mas alta que la izpierda, la articulación del hombro correspondiente caerá en línea perpendicular sobre la parte mas elevada de dicha cadera, quedando el hombro derecho mas bajo que el izquierdo, y la hoyuela de la garganta siempre perpendicular al medio de la articulación del pie que planta. La otra pierna que no sostiene, se hará con la rodilla algo mas baja que la derecha, y no separadas.

Las actitudes de la cabeza y brazos son infinitas, por lo que no me detendré en dar regla alguna para esto: solo diré que deben ser siempre naturales y agraciadas, de modo que no parezcan leños en vez de brazos.













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