CUENTO: 3V DE PERCY TAIRA M. | Ciencia ficción | Cuento peruano
3V
Martes 1 de enero de 2073
He
vivido mi primer Año Nuevo en este lugar. Ayer, mis padres vinieron a verme.
Mostraban un buen aspecto e intentaron todo el tiempo de mantener una sonrisa
forzada en sus rostros. Hacía seis meses desde su última visita. Mi madre se
excusó diciendo que habían iniciado un tratamiento de fertilidad para tener un
nuevo hijo y que el médico les había
aconsejado no enfrentarse a situaciones que pudieran estresarla. Sin embargo, a
pesar de todos los cuidados a los que se sometieron, el tratamiento fracasó y
vinieron a verme para avisarme que iniciarían otro el próximo mes, así que tendrán
que ausentarse otro medio año más. A
pesar de que los desconectores le indicaron que era muy importante su presencia
para mi recuperación, al parecer, mis padres, lo veían desde un punto de vista
más práctico: yo era un caso perdido, un chico de diecisiete años que jamás sería
salvado. Que jamás volvería a ser el mismo. Y en cierta forma, tienen razón. Soy
un ser desechable.
No
estuvieron mucho tiempo conmigo. Me enseñaron la fotografía proyectada de quien
sería mi futura hermana –que a diferencia de mí, ellos la eligieron de cabellos
negros y ojos azules- y también la casa nueva en donde viven desde que mi madre
inició el tratamiento. Era una de esas casas modernas que el Gobierno ha
construido por millares para cuidar la salud física y mental de la población. En
un principio se creía que aquello no era más que una farsa, sin embargo, las
casas resultaron ser muy efectivas para bloquear los campos de energía y la
radiación de las ondas de Internet. Las llamadas Zolici (Zonas libres de conexiones
inalámbricas) se han vuelto muy populares y por el momento es el único medio
que las autoridades han encontrado para proteger a las personas en riesgo.
No
culpo a mis padres. Vivir conmigo fue muy difícil desde el comienzo. Era los
que los desconectores llaman un 3V, es decir, una “virtual víctima viral”. Desde que abrí
los ojos parecía apartado de este mundo. De esta realidad. Aprendí a caminar
muy tarde, al igual que a hablar. No hacía más que estar sentado frente a las
paredes-pantalla viendo y manipulando todos los programas que podía haber en la
red. A los cinco años mi vista comenzó a deteriorarse, y a los ocho tuve mi
primera operación ocular; a los diez, la segunda, y a los doce comencé a usar
las gotas de mantenimiento que me permiten parpadear. Fue a esa edad cuando el
mundo entero supo que los responsables de las enfermedades a la piel eran las
ondas de las redes inalámbricas y no el sol. Luego de eso, se conocieron las
otras enfermedades provocadas por esta antigua tecnología, males que nosotros
achacábamos a la comida natural, a los hijos propios y por último, a nuestro defectuoso
ADN humano. Sin embargo, todo eso se modificó en los últimos años y aun así
seguíamos cayendo enfermos.
Mi
caso fue un caso típico. A la par de los malestares de la visión comenzó la
artritis, sobre todo en los dedos de las manos, la rigidez del cuello, la falta
de apetito, la discapacidad motora y las diversas enfermedades mentales que siempre
acompañan a estos problemas. Aún recuerdo el malestar de mi padre cuando se
enteró que había ingresado a una etapa primaria de párkinson. Demandó a la
empresa de fertilidad, tal como lo hicieron muchos otros padres con todas las
empresas de fertilidad regadas en el mundo. Todas ellas indicaron que no eran
las responsables de aquel deterioro de la salud y que jamás habían tenido una
falla masiva de ese tipo en la codificación del nuevo ADN. Los científicos
internacionales les dieron la razón y la justicia desacreditó cada una de las
demandas hechas por los perjudicados. Sin embargo, la pregunta que quedaba en
el aire era por qué los pocos hijos naturales que habían nacido en el mundo, no
eran víctimas de esta nueva plaga. Hasta la fecha, esa pregunta no ha sido
respondida.
Es
curioso, que esa raza tan discriminada, sea hoy la única capaz de sobrevivir
ante este terrible mal. Luego de más de diez generaciones con el código
genético modificados, hoy son pocos los que tienen una línea de ADN original en
sus células. ¡Y nosotros nos hacíamos llamar la raza mejorada! Las compañías de
fertilidad han intentado manipular su código genético para crear anticuerpos a
estas nuevas enfermedades pero aún no hay avances significativos.
Al
ser yo un hijo mejorado de cuarta generación, mis posibilidades de sobrellevar
este mal son mínimas. Hace ocho meses que vivo en el completo aislamiento y según
los desconectores, me quedan sólo tres años de vida. En ese entonces mis padres
ya habrán tenido una nueva hija y quizá las compañías de fertilidad ya hayan
encontrado la solución a nuestro problema…
Alguien
interrumpe este diario hablado…
Es
la hora del desayuno. Uno de los desconectores ha venido a llevarme al comedor.
Algo ha pasado. Todos, tanto pacientes como cuidadores están de pie frente a
los televisores viendo las noticias. El desconector acomoda mi silla de ruedas
en una posición en la que yo pueda ver qué está pasando. Al parecer, a partir
de hoy, Seúl se ha convertido en la primera capital del mundo libre de
Internet. El mundo está cambiando,
aunque temo que para algunos como yo, ya sea demasiado tarde.
NARRACIÓN HECHA POR EL PROPIO AUTOR
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