EL RECUERDO DE PAUL GAUGUIN SOBRE LIMA

Por cierto, hace algunos días hablamos sobre la casa en la que vivió Paul Gauguin en Lima, nada menos, que en pleno centro de Lima, en la cuadra 2 de la avenida Emancipación (para leer el texto visitar este enlace). Sobre este tema, nos hemos enterado de este texto que Gauguin escribió antes de morir, en su diario íntimo, sobre sus recuerdos de nuestra ciudad.

Gauguin dice:


"Tengo una notable memoria visual, y recuerdo esta época de mi vida, nuestra casa, y tantas otras cosas que ocurrieron; el monumento en la Presidencia, la iglesia, cuyo domo era de madera tallada, colocado más tarde. Veo todavía a la negrita que, como era costumbre, llevaba a la iglesia la pequeña alfombra sobre la que nos arrodillábamos para rezar. Veo también a nuestro sirviente chino, tan hábil para planchar. El me encontró en un almacén de comestibles, sentado entre dos barricas de melaza, chupando activamente caña de azúcar, mientras mi llorosa madre me hacía buscar por todas partes.

Pero no nos adelantemos, volvamos a nuestra ciudad de Lima. Allí, en Lima, ese delicioso país donde nunca llueve, los techos eran terrazas en aquellos días. Si había un loco en la familia, tenía que ser mantenido en casa; esos locos vivían en la terraza, sujetos por una cadena a un anillo, y el propietario de la casa, o el inquilino, estaba obligado a proveerlo de una cierta cantidad de alimento muy simple. Recuerdo que una vez mi hermana, la negrita y yo, que dormíamos en una habitación cuya puerta abierta daba al patio interior, fuimos despertados y vimos a un demente que descendía la escalera del lado opuesto al nuestro. La luna alumbraba el patio. Ninguno de nosotros se animó a articular una palabra. Vi, y todavía puedo verlo, entrar al demente en nuestra habitación, lanzarnos una mirada y luego, tranquilamente, trepar de nuevo a su terraza. En otra oportunidad fui despertado de noche y vi el magnífico retrato de mi tío que colgaba en la habitación, con los ojos fijos en nosotros, moviéndose. Era un terremoto. Por valientes que seáis, por más sabios que podáis ser, tembláis cuando la tierra tiembla. Es una sensación común a todos, y que nadie puede negar.

Qué graciosa y bonita era mi madre cuando se ponía su vestido limeño, con la mantilla de seda que le cubría el rostro dejándole espacio para echar un vistazo con sólo un ojo, un ojo tan suave e imperioso, tan puro y acariciador.

Todavía veo nuestra calle, con los pollos picoteando entre la basura. Lima no era en aquellos días la grande y suntuosa ciudad de hoy".


¿Ha cambiado Lima? No tanto ¿no?

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