LA ABDUCCIÓN DE EDUARDO PONS PRADES Y EL MENSAJE QUE RECIBIÓ DE SERES EXTRATERRESTRES
Por Percy Taira
El caso de la abducción del
historiador Eduardo Pons Prades, es uno de los casos más extraños y a la vez
más interesantes, ocurridos sobre este tema. No sólo por los hechos que el
propio Pons Prades cuenta en su libro El mensaje de otros mundos (Editorial
Planeta – 1982) sino por la propia relevancia del testigo. Y es que Eduardo
Pons Prades, no es cualquier persona, este hombre fue en vida uno de los más
respetados intelectuales de su país, sobre todo, por su labor como historiador,
en particular, sobre su trabajo de la Guerra Civil Española.
Así mismo, vale destacar, que
Pons Prades, era, antes de vivir su experiencia en 1981, un verdadero escéptico
y desconocedor del tema ovni, fue en sus primeros años un guerrillero, un sindicalista,
ligado a la rama más extrema de la izquierda, y comabtiente en la Guerra Civil
en el Ejército Republicano. Filosóficamente, fue además, un racionalista
convencido. Sin embargo, todo esto cambió cuando vivió la experiencia que vamos
a mostrar líneas abajo.
Debido a que el libro “El
mensaje de otros mundo” sólo contó con una edición y que es muy difícil de
encontrar actualmente en las librerías, hemos querido transcribir parte de esta
obra, sobre todo en la que el propio Pons Prades cuenta su experiencia y
después, el mensaje que le dieron estos seres extraterrestres. De esta manera,
nuestros lectores podrán tener de primera mano el testimonio de este personaje.
Repetimos, la historia es
sumamente bizarra pero, debido principalmente a la calidad del testigo la
consideramos sumamente interesante.
Por último, queremos agradecer
a nuestro amigo y colaborador de España, Martín Arriarán, que nos hizo llegar
la copia digital del libro, la misma que nos sirvió para realizar la transcripción
que publicamos a continuación:
LA ABDUCCIÓN DE EDUARDO PONS PRADES
Del libro “El mensaje de otros
mundos” de la Editorial Planeta (1982)
(Noche del 31 de agosto al 1
de septiembre de 1981)
“Aquel día, el 31 de agosto de
1981, a poco más de las ocho de la tarde (seis hora solar), me echaba a la
carretera. Mas, al salir del camino particular del hotel, en el que había
dejado a mi compañera, yo debía tomar a la izquierda y dirigirme, tras atravesar
el pueblo de Prats de Molló, hacia Perpiñán, donde proyectaba pasar la noche y
salir a la mañana siguiente hacia Barcelona. Esto debido a las enormes
molestias que me ocasiona en la vista el conducir de noche. Pero sin saber por
qué, tomé hacia la derecha. Es decir: por la carretera que conduce hacia la
frontera y en dirección a Barcelona, vía Camprodón.
Al cuarto de hora, más o
menos, y también sin razón para ello, poco antes de llegar a la frontera
abandoné la carretera nacional y me adentré por un camino forestal, por el que
circulé dos o tres minutos, h asta que se paró el motor del coche y se apagaron
los faros. El tiempo y las distancias a que aquí me refiero las calculé seis
días después, cuando fui a visitar el lugar del encuentro y a sacar algunas
fotografías. Accioné en seguida la puesta en marcha dos o tres veces sin que
ninguno de los órganos del motor diese la menor señal de vida. Y cabe pensar
que accionaría el botón de las luces preso de cierto nerviosismo, puesto que me
quedé con él en la mano. Entonces bajé del coche y recorrí un centenar de pasos
en dirección al interior del bosque. Luego regresé al punto de partida, sin
haber visto ni oído nada, y me senté en el morro del coche, como quien espera
algo o a alguien. Diré que de pronto pensé en ellos, en los extraterrestres, pero al no ver luces ni nada que
delatase su presencia, deseché esta idea sin saber muy bien en qué pensar.
Tardé muy poco en ponerme a
caminar de nuevo en la misma dirección que antes, hasta alcanzar una curva situada
a unos 150 metros de distancia. Todavía clareaba. Mas no había rebasado del
todo la curva cuando, de pronto, se iluminó –se inundó de luz, sería más
apropiado decir- la parte derecha del bosquecillo, que se extendía a ambos
lados del camino. Era un verdadero mar de luz, en el que si bien preponderaba
el blanco, también se percibían franjas de color rosa y naranja. Aunque, por
instantes, en los rayos de luz se entremezclaban multitud de colores difíciles
de definir. Era como una sinfonía de arcos iris cambiantes, rápida y suavemente
a la vez. Detalle curioso: pese a que, como ya señalé, a mí me molestan
tremendamente los faros de otros coches, cuando viajo por carretera, he de
reconocer que no sentí molestia alguna ante aquel insuperable alarde de
luminosidad, y la fantástica catarata de colores no sólo no me sorprendió sino
que operó en mí como un delicioso sedante. Si tuviera que buscar un ejemplo
diría que semejante estado no se da en mí más que cuando escucho música de jazz
o brasileña. Desde el primer instante tuve la sensación de que todo aquello,
tan insólito, me era algo familiar. Mi editor, al hablarle de ello, habló de “valentía”, de “temeridad”… No, yo
creo que, en lo que me afecta, lo que se da es un poco corriente mezcla de
curiosidad, fruto sin duda de mi temprana formación racionalista, y una cierta
carga de inconsciencia, acumulada a lo largo de mi accidentada y apasionante
existencia.
Por eso, seguramente, me
encaminé hacia el lugar de donde parecía brotar aquella luz, con paso lento,
pero resuelto, sin abandonar el camino, aunque muy pronto pude darme cuenta de que
la iluminación procedía del interior del bosquecillo. Tardé poco más de un
minuto en llegar a las lindes de un prado, que era donde nacía la luz, y desde
allí empecé a distinguir la silueta de una enorme nave espacial. De unos 50 a
75 metros de anchura. La luz salía de la parte de arriba y de la parte baja de
la nave. Así que salté del camino al prado y me quedé como encantado durante
unos segundos. Al tiempo que los dos anchos haces de luz se apagaban
lentamente, oí una voz –en correcto castellano, con un tono cantarín, algo
musical- que me dijo:
-
No temas. Acércate, por favor.
Entonces, con la mayor naturalidad
del mundo, me acerqué a la nava, cuya base estaba ahora iluminada por un
potente foco de luz blanca y rosa, que salía por una puerta abierta en su “bajo
vientre”, de la que no tardó en salir una especie de rampa. Me dirigí hacia
allí y apenas llegué al pie de la “escalerilla” me detuve y alcé la vista,
percibiendo en la puerta una forma corporal alta, envuelta por una especie de
halo multicolor. En el acto volví a oír la voz:
-
No temas. Sube a nuestra nave, que deseamos
hablar contigo.
La rampilla mecánica me subió
hasta arriba, hasta la puerta, que estaría situada a unos 4 o 5 metros del
suelo. Antes había podido ver que la nave estaba posada sobre cuatro patas, que
parecían estar articuladas tubularmente. Por lo que yo podía percibir, la nave
era de un color metalizado, más bien oscuro. Al franquear la entrada la voz me
dijo:
-
¡Bien venido a bordo de la nave Luz del Cosmos!
Y con un ademán suave, de los
tres que me estaban esperando, el más cercano a mí –que luego resultó ser una
fémina- me indicó unos asientos en el centro de aquella inmensa sala, colocados
en torno a una mesa de forma ovalada. La primera impresión que tuve, que me “golpeó”,
ante la blancura de todo aquello, es que se trataba de un aparato de materia
plástica. Ahora, al verlos desplazarse a mi lado, ya podía hablar de cuerpos
humanos, puesto que, por lo menos, tenían un torso, una cabeza, dos brazos y
dos piernas. Iban vestidos con una especie de mono blanco, muy ajustado al
cuerpo, y calzados con unas botas –también blancas- que parecían ser de lona. Nunca
observé en su atuendo la menor arruga o pliegue. En el pecho, a la altura del
corazón, llevaban un emblema en cuyo centro había un círculo, un ojo
resplandeciente, multicolor y multiprisma, que no cesó de centellar un solo
instante, y en el que, a menudo, quedaría clavada mi mirada.
A lo lejos, a unos 6 o 7
metros, al fondo de la sala, a mi derecha, percibí a cuatro tripulantes más,
que se movían frente a una gran pantalla, en la que no cesaban de encenderse y
apagarse lucecillas de todos los colores, como si estuvieran manipulando
botones en aquel inmenso “tablero de mandos” que se encontraba al pie de la
pantalla luminosa. Más tarde, uno de ellos se reunió con nosotros en la mesa,
en torno a la cual llevábamos ya un buen rato sentados y silenciosos. Ellos, al sentarse, se habían quedado
inmóviles, como estatuas. No diré que “mirándome” –los tenía a 2 o 3 metros de
distancia-, porque el halo aquel me impedía ver sus ojos –que luego descubriría-;
apenas si veía el contorno de su cara, ya que llevaban puesto un pequeño casco.
Fue sin duda un compás de “aclimatación”. Lo sentí como si me hubiesen estado
diciendo: “Ten la certeza de que aquí, entre nosotros, te vas a sentir como en
tu propia casa.” Y para ello, como es natural, el mejor camino era el de
dejarme mirar, y observar y tratar de captar todo lo que me rodeaba. Una de las
cosas que me llamó más la atención fue el silencio que reinaba en el recinto. De
vez en cuando fijaba mi mirada en los cuatro tripulantes que se andaban
atareados ante la gran pantalla luminosa. Se movían y gesticulaban –esto sería
la tónica general en todos los tripulantes mientras conviví con ellos- con
lentitud. Parecían personajes de una película proyectada a cámara lenta. También
observé con mucha atención la mesa que tenía delante. Y, como el orgullo
terrestre todavía era de rigor, en todo momento me esforzaba por comparar lo
que veía con lo que podía ser su equivalente en la Tierra. La mesa se parecía a
esas que vemos en los estudios de radio, con varias manecillas, y del centro
emergían unas pantallas escamoteables, en una de las cuales yo podría admirar
varios documentales que trataban, entre otras cosas, de sus viajes, de las
recepciones que les habían reservado las poblaciones de los planetas visitados,
de fiestas populares, de zambullidos de mini-platillos en los mares, y varios
episodios más, la mayoría de las veces con gentes extraterrestres y otras con
terráqueos como principales protagonistas.
También conté varias puertas
que no vi abrirse ni una sola vez. Detrás de mí, al pie de la pared, había como
una especie de consola semicircular, con una mesa de la misma forma y media
docena de silloncitos parecidos al mío. Así transcurrió quizá media hora. No sabría
decirlo con exactitud, porque allí tuve la impresión de haber perdido la noción
del tiempo. Ahora, cada vez que reflexiono sobre ello, pienso que era porque me
sentía muy a gusto, aunque alrededor mío todo tuviera algo de misterioso y
fantástico a la vez. Quizá porque presentía lo que iba a descubrir a bordo de
aquella nave espacial extraterrestre. Cuando interrumpí mi inspección visual me
quedé mirándolos fijamente. Y a pesar de que yo no podía descifrar miradas
posadas en mí. Al cabo de un tiempo, oí la voz de nuevo:
-
¿Estarías dispuesto a recoger un mensaje nuestro
destinado a los habitantes de la Tierra?
Respondí afirmativamente sin
pensármelo dos veces. Y agregué:
-
Ahora, si me lo permitís, iré hasta el coche a
buscar papel y mi pluma.
-
No, no es necesario. El mensaje te lo vamos a
grabar en la mente. Si accedes a ello, naturalmente.
Les dije que no veía el menor
inconveniente. Pasaron unos minutos de silencio, pero me di cuenta de que
estaban hablando entre ellos: los tres tripulantes y el cuarto, que acababa de
reunirse con nosotros y que estuve siempre de pie, apoyado en el respaldo del
sillón del centro. Observé cómo ladeaban sus cabezas, como mirándose, pero no
oí ningún ruido, ni la menor voz.
Luego se me acercó la recién
llegada –vi que era una fémina por las formas de su cuerpo y una larga
cabellera pelirroja-trigueña, que descubrí a través del halo multicolor al acercárseme tanto- y me colocó
un casco que tenía la forma de un birrete de rabino. Las primeras palabras que
oí por los auriculares del casco fueron éstas:
-
No creemos que corras ningún peligro grave, pero
las fuertes impresiones a que va a ser sometida tu mente podrían acarrearte
alguna complicación. Si accedes a correr ese pequeño riesgo no te muevas. Pero,
en caso contrario, tú mismo puedes quitarte el casco, salir de nuestra nave,
regresar al automóvil y seguir el viaje tranquilamente.
Me quedé inmóvil. Pensé que me
había enfrentado con tantos peligros a lo largo de mi vida, y en algunas
ocasiones, posiblemente, por razones mucho menos importantes que aquélla. Por otra
parte -¿a qué negarlo?- semejante situación me divertía y, cada minuto que
pasaba, la curiosidad por saber en qué iba a quedar todo aquello aumentaba. La verdad
es que tampoco podía llamar curiosidad a secas al sentimiento que me embargaba
desde el instante en que descubrí el platillo volante estacionado en aquella
pradera. Y si es cierto que ellos
comprimieron en mi mente muchísimas estampas, no lo es menos que, antes de que
me colocaran el casco, ya andaba yo la mar de preocupado por ver cómo me las
arreglaría para retener en mi mente todo lo que estaba viendo y lo que no era
difícil presentir que me quedaba por ver.”
EL MENSAJE QUE RECIBIÓ EDUARDO PONS PRADES POR PARTE DE LOS SERES
EXTRATERRESTRES
"QUIÉNES SOMOS
Somos los representantes de
una infinidad de planetas habitados por humanos y animales de todas las
especies, que componen la Armoniosa Confraternidad Universal.
NUESTROS DESEOS
Desde hace muchos siglos:
establecer un contacto fraternal con los habitantes del planeta Tierra. Tan sólo
su carácter belicoso y las acciones destructivas han hecho imposible el
contacto definitivo. Desde los tiempos más remotos, y por todos los medios a
nuestro alcance, hemos intentado dar fe de nuestra existencia y de nuestras
intenciones. Y anhelábamos que la Tierra centrase toda su inteligencia y
esfuerzos en corresponder a nuestros intentos. En lugar de eso, recientemente
las potencias más “civilizadas2 han procurado mantener en secreto muchas de
nuestras apariciones sobre la Tierra.
Como nosotros somos gente de
paz, nos hemos limitado a visitar periódicamente la Tierra y a observarla,
siempre con la esperanza de que un día se establecería el tan deseado contacto
definitivo. Contacto que no ha sido posible, repetimos, a causa de vuestras
guerras, en las que , al paso de los tiempos, se han ido empleando recursos
destructivos de mayor potencia, hasta alcanzar la situación actual, en que el
planeta Tierra puede saltar por los aires en millones de fragmentos el día
menos pensado.
NUESTRAS ESPERANZAS Y NUESTROS TEMORES
Cuando las superpotencias de
la Tierra empezaron a lanzar naves espaciales hacia el Cosmos, albergamos la
frágil esperanza de que fuesen mensajes de paz. Pero en seguida pudimos
comprobar que tales acciones sólo eran nuevas empresas con vistas a consolidar
el poderío bélico de las dos superpotencias que dominan y esclavizan al planeta
Tierra. Cediendo así, una vez más, a la tentación secular de dominio, de
esclavización y exterminación del prójimo, fruto de la inconmensurable soberbia
y de la peligrosa imbecilidad de quienes detentan el poder político, militar y
espiritual en la Tierra. Por eso, nuestras apariciones, que ahora son además
operaciones de policía, han proliferado tanto en este último cuarto de siglo.
Actualmente, en 1981, podemos
asegurar a los habitantes de la Tierra que una de dichas superpotencias tiene
en proyecto la instalación de bases militares espaciales para amenazar y
chantajear a todas las comunidades terrestres, en general, y a la otra superpotencia,
en particular. Aunque siempre nos ha entristecido el ver a los habitantes de la
Tierra destruirse mutuamente y emplear su inteligencia en hallar medios de
destrucción más horribles, nosotros, fieles a nuestra ética cósmica de no
intervenir en el desarrollo de otras vidas, y menos todavía de coaccionarlas o
violentarlas, siempre nos hemos abstenido de actuar en la Tierra. Sin embargo,
hoy, cuando una de las dos superpotencias amenaza el armonioso orden universal,
establecido confraternalmente desde hace muchos siglos, con el transporte de
artefactos altamente destructivos en sus naves espaciales, nos hemos decidido a
enviar este mensaje, que esperamos no sea interceptado o adulterado como otras
veces ha ocurrido.
NUESTRA ADVERTENCIA
Nuestra advertencia, siempre
con miras fraternales, es, sin embargo, muy seria y resuelta: esa superpotencia
(cuya identidad, hoy por hoy, no revelaremos) debe renunciar de inmediato a ese
loco proyecto, ya que, en caso contrario y sin previo aviso (en realidad este
mensaje debe ser considerado como una advertencia), procederemos a la
congelación indefinida de toda vida en el área de su territorio nacional y las
de sus bases esparcidas por el planeta Tierra y en el espacio. Poseemos medios sobrados para ello.
Medios que hemos ido descubriendo, a lo largo de muchos siglos, buscando el
fermento de la Vida y no el imperio de la Muerte, desconocida en los planetas
de la Armoniosa Confraternidad Universal. Y queremos recalcar que este aviso
vale también para la otra superpotencia y para todas aquellas comunidades de la
Tierra que puedan ceder a la tentación de dominar el Universo. Pretensión ridícula,
cuando todavía no han sido capaces de conocer y amaestrar el planeta sobre el
que nacen, viven y mueren. Y a todas esas comunidades –grandes y pequeñas,
potentes e importantes- les decimos que el contacto definitivo con nosotros no
podrá ser establecido más que cuando quede bien claro que la Tierra desea vivir
en paz consigo misma y con los demás. Y que, en lugar de surcar los espacios
cósmicos con intenciones bélicas y
destructivas, dedique sus principales esfuerzos y recursos a conocer a fondo
las características y los maravillosos recursos de su planeta, único medio de
que puedan vencer un día, a su vez, a la Muerte, dando a la Vida su única
fuente de subsistencia: la del interminable descubrimiento de las inmensas e
infinitas maravillas del Universo.
Dado en un macizo montañoso de
la Tierra, en la mente de un mensajero terrestre, en la noche del 31 de agosto
al 1 de septiembre de 1981."
Este ha sido pues la historia
de Eduardo Pons Prades, y el mensaje que recibió por parte de los seres
extraterrestres. Hay definitivamente muchos puntos por discutir, por destacar y
por considerar, pero repetimos, el testimonio, por lo menos para nosotros,
resulta ser sumamente valioso para el estudio de ese extraño fenómeno de los
abducidos. ¿Qué les pareció la historia? ¿Una alucinación, algún tipo de
manipulación militar, o un testimonio real?
PARA LOS QUE DESEEN LEER EL LIBRO COMPLETO PUEDEN ACCEDER A ESTE ENLACE Y BAJAR EL LIBRO EN SU VERSIÓN DIGITAL. (Gracias nuevamente a nuestro colaborador Martín Arriarán por hacernos llegar el enlace)
Comentarios
Hablas de la copia digital del libro. La verdad es que busqué el orininal, pero está descatalogado y sólo hay ventas abusivas respecto a mi intención, que es simplemente leerlo, ni coleccionismo ni nada por el estilo. ¿Podrías facilitarme esa copia digital? Muchas gracias!
Javi
jalijis(ARROBA)gmail.com
nando08251@hotmail.es
Gracias,
Un saludo
Gracias.
bonchodiaz@gmail.com
Saludos.
Podeis escribir a davidpf75 arroba gmail punto com
sauron2k13@hotmail.com
sauron2k13@hotmail.com
Gracias.
no me creí ni una palabra. No es que sea tan escéptica pero esto parece de una mala película de hollywood. porque le dieron un mensaje tan laaaargo? jaja Ademas todavía no entiendo porque todas las personas que ven a extraterrestres los describen de formas diferentes :/
13 de febrero de 2013, 22:09
bien cree lo que quieras pero ese hombre es mi tío me creáis o no ademas porque iba a escribir ese libro?
Yo fui el primer sorprendido de su experiencia con supuestos seres de otros mundos pero nunca dudé de que Eduardo no mentía, simplemente exponía lo que le había sucedido por extraordinario que pareciese.
Como digo, no dudo de su testimonio y de las impresiones que subjetivamente todo aquello le causó, otra cosa es saber que es lo que realmente había detrás de aquel suceso y si realmente la causa primera que le hizo vivir tan excepcional experiencia corresponde a lo que sus sentidos y psiquismo percibieron.
Es lógico que nuestra percepción de lo cotidiano, que suele estar exento de sucesos que no estimulan nada extraordinario, sino más bien al contrario nos ofrece un mundo lleno de engaños, manipulaciones y extorsiones de toda laya, nos haga rechazar de plano testimonios de tan extraordinaria naturaleza. Al menos, tal y como lo cuentan muchas de estas personas que aunque son creíbles manifiestan hechos increíbles. Y tiene que ser así por pura salud mental, ya que el mundo está lleno de desequilibrados psíquicos o gentes con grandes deseos de notoriedad, y para ello acuden a las fantasías más extravagantes presentándolas como ciertas con tal de llamar la atención o que se fijen en ellos.
El autor de esta entrada dice que aquel fenómeno le cambió la vida, sin embargo yo afirmo con el conocimiento de causa de quien estaba próximo a su persona que eso no es cierto. Publicó un libro (que sólo se publicó una vez en tirada restringida y ninguna editorial volvió a hacerlo, por lo que poca "ganancia" obtuvo)sobre ello, atendió con amabilidad cuantos requerimientos institucionales o personales le pedían para que explicase su experiencia y en ningún momento se apresuró a organizar ningún movimiento contactista ni nada parecido. Su vida transcurrió como siempre, su carácter y sentimientos de vida fueron los mismos, siguió dedicándose a la publicación de libros sobre la reciente historia política y social de este país y a nadie le hablaba de estos asuntos a menos que le sacaran la conversación.
Como el mismo me reconocía en algunas de sus cartas, en todo caso, la experiencia le sirvió para tener una visión más comprensiva del ir y venir de sus semejantes terrestres, así como un desarrollo más agudo del humor, como cualidad necesaria para afrontar con serena contemplación la "representación teatral" que cada cual hace en un mundo que no deja de ser un gran escenario donde cada uno ejecuta el papel, o los roles, que el gran circo de la vida le va otorgando.
Este hombre vivió algo fuera de lo normal y lo único que tenemos es la subjetividad de su propio testimonio. Se que no miente. Y cuenta fidedignamente lo que le pasó. Otra cosa, repito, es saber con absoluta certeza que fue lo que provocó tan extraordinaria vivencia.
Saludos.
Alfonso
Tengo el honor de transcribirles un mensaje que he recibido telepáticamente de una Inteligencia Extraterrestre, que no precisa la galaxia en la que recibe:
"Algunos extraterrestres de la Vía Láctea son los humanos fallecidos y todos sus antepasados."
El Canal Universal de Comunicación de los Dioses Creadores, cuya identidad no se consigna por razones de seguridad.
Tengo el honor de transcribirles un mensaje que he recibido telepáticamente de una Inteligencia Extraterrestre, que no precisa la galaxia en la que reside:
"Algunos extraterrestres de la Vía Láctea son los humanos fallecidos y todos sus antepasados."
El Canal Universal de Comunicación de los Dioses Creadores, cuya identidad no se consigna por razones de seguridad
digital del libro.Gracias. promero101@Hotmail.com
No importa que tan burdo o extraordinario sea el testigo ufo, siempre las evidencias son igual a 0, las palabras no son evidencia, los curriculums no son evidencias, la buena voluntad no es evidencia de nada, necesitamos datos. 70 años del fenomeno y no hay DATOS, fotos trucadas, reflejos del sol (concord), niños dibujando en una escuela (Ruwa), testinomios absurdos (valdes)... todos ellos no prueban nada, solo que las personas mienten por ignorancia o por beneficio, o porque las circunstancias a veces obligan a la gente a hacer cosas estupidas.
Desmenucen cada caso ovni, CADA uno y veran que lo unico real a que pueden aspirar es a prototipos aereos secretos o un fraude confeccionado para engañar, el resto son palabras sin ningun valor como prueba.