LIBROS HISTÓRICOS Y DEL MISTERIO: TRATADO DE PINTURA DE LEONARDO DA VINCI – PARTE VIII


Figura VIII


Figura IX



Figura X


Figura XIII



Figura XIV



XCI.

Tamaño de la primera figura de una historia.

La primera figura que se haya de colocar en un cuadro historiado debe ser tantas veces menor que el natural, cuantas sean las brazas de distancia que se supongan desde el punto en que está á la primera línea del cuadro; y luego se proseguirá á las demás, bajo esta misma regla á proporción de su distancia.

XCII.

Modo de componer una historia.

Entre las figuras de una historia, la que se pinte mas próxima á la vista se hará de mucho mas relieve, según la proposición que dice: aquel color se manifestará con mas viveza y proporción, que tenga menos cantidad de aire interpuesta entre él y el que lo mira. Y por esta razón se hacen las sombras que constituyen el relieve de una figura mucho mas fuertes cuando se ha de mirar de cerca, que cuando ha de estar en último término; pues alli están ya deshechas y alteradas por la mucha interposición del aire; lo cual no sucede en las sombras próximas á la vista; y entonces cuanto mas oscuras y fuertes son, tanto mas relieve dan á la figura.

XCIII.

Precepto relativo al mismo asunto.

Cuando se haya de pintar una sola figura; se debe procurar evitar los escorzos tanto en las partes de ella, como en el todo, por no exponerse al desaire de los que no entienden el primor del arte. Pero en las historias de muchas figuras se harán siempre que ocurra, especialmente en las batallas, en donde precisamente ha de haber escorzos y actitudes extraordinarias entre los sugetos del asunto.

XCIV.

De la variedad que debe haber en las figuras.

En un cuadro de muchas figuras se han de ver hombres de diferentes complexiones, estaturas, colores y actitudes, unos gruesos, otros delgados, ágiles, grandes, pequeños, de semblante fiero, agradable, viejos, jóvenes nerviosos, musculosos, débiles y carnosos, alegres, melancólicos, con cabellos cortos y rizados, lacios y largos; unos con movimientos prontos, otros tardos y lánguidos; finalmente debe reinar la variedad en todo, hasta en los trages, sus colores; pero arreglado siempre á las circunstancias de la historia.

XCV.

Del conocimiento de los movimientos del hombre.

Es preciso saber con exactitud todos los movimientos del hombre, empezando por el conocimiento de los miembros y del todo, y de sus diversas articulaciones, lo cual se conseguirá apuntando brevemente con pocas líneas las actitudes naturales de los hombres en cualesquiera accidentes ó circunstancias, sin que estos lo adviertan, pues entonces distrayéndose de su asunto, dirigirán el pensamiento hácia tí, y perderán la viveza é intención del acto en que estaban, como cuando dos de genio bilioso altercan entre sí, y cada uno cree tener de su parte la razón, que empiezan á mover las cejas, los brazos y las manos con movimientos adecuados á su intención y á sus palabras. Todo lo cual no lo podrias copiar con naturalidad si les dijeses que fingiesen la misma disputa y enfado, ú otro afecto ó pasión, como la risa, el llanto, el dolor, la admiración, el miedo &c. Por esto será muy bueno que te acostumbres a llevar contigo una libretilla de papel dado de yeso, y con un estilo ó punzón de plata ó estaño anotar con brevedad todos los movimientos referidos, y las actitudes de los circunstantes y su colocación, lo cual te enseñará á componer una historia; y luego que este llena la dicha libreta, la guardarás con cuidado para cuando te se ofrezca: y es de advertir que el buen Pintor ha de observar siempre dos cosas muy principales, que son el hombre, y el pensamiento del hombre en el asunto que se va á representar; lo cual es importantísimo.

XCVI.

De la composición de la historia.

Al ir á componer nna historia se empezará dibujando solo con un tanteo las figuras, cuyos miembros, actitudes, movimientos é inflexiones se han de haber estudiado de antemano con suma diligencia. Después, si se ha de representar la lucha ó combate de dos guerreros, se examinará dicha pelea en varios puntos y vistas, y en diversas actitudes: igualmente se observará si ha de ser el uno atrevido y esforzado, y el otro tímido y cobarde; y todas estas acciones y otros muchos accidentes del ánimo deben estudiarse y examinarse con mucha atención.

XCVII.

De la variedad en la composición de una historia.

El Pintor procurará siempre con atención que haya en los cuadros historiados mucha variedad, huyendo cualquiera repetición, para que la diversidad y multitud de objetos deleite la vista del que lo mire. Es preciso también para esto que en las historias haya figuras de diferentes edades (conforme lo permitan las circunstancias), con variedad de trages, mezcladas con mugeres, niños, perros, caballos, edificios, terrazos ó montes; observando la dignidad y decoro que requiere y se le debe á un Príncipe ó á un Sabio, separados del vulgo. Tampoco se deben poner juntos los que estén llorando con los que ríen; pues es natural que los alegres estén con los alegres, y los tristes con los tristes.


XCVIII.

De la diversidad que debe haber en los semblantes de una historia.

Es defecto muy comun entre los Pintores italianos el ver en un cuadro repetido el aire y fisonomía del semblante del sugeto principal en algunas de las muchas figuras que le circundan: por lo cual para no caer en semejante error es necesario procurar cuidadosamente no repetir ni en el todo, ni en las partes las figuras ya pintadas, y que no se parezcan los rostros unos á otros. Y cuanto mas cuidado se ponga en colocar en un cuadro al lado de un hermoso un feo, al de un viejo un jóven, y al de un fuerte y valeroso un débil y pusilánime, tanto mas agradable será, y tanta mayor belleza tendrán respectivamente las figuras. Muchas veces quieren los Pintores que sirvan los primeros lineamentos que tantearon; y es grande error, porque las mas veces sucede que la figura contornada no sale con aquel movimiento y actitud que se requiere para representar la interior disposición del ánimo; y suele parecerles que es desdoro el mudar una figura, cuando ha quedado bien proporcionada.


XCIX.

De la colocación de los colores y su contraste.

Si quieres que un color contraste agradablemente con el que tiene al lado, es preciso que uses la misma regla que observan los rayos del sol, cuando componen en el aire el arco Iris, cuyos colores se engendran en el movimiento de la lluvia, pues cada gota al tiempo de caer aparece de su respectivo color, como en otra parte se demostrará. Esto supuesto, advertirás que para representar una grande oscuridad, la pondrás al lado de otra igual claridad, y saldrá tan tenebrosa la una como luminosa la otra: y asi lo pálido y amarillo hará que el encarnado parezca mucho mas encendido que si estuviera junto al morado. Hay también otra regla, cuyo objeto no es para que resalten mas los colores contrastados, sino para que hagan mutuamente mas agradable efecto, como hace el verde con el color rosado, y al contrario con el azul; y de esta se deduce otra regla para que los colores se afeen unos á otros, como el azul con el amarillo blanquecino ó con el blanco: lo cual se dirá en otro lugar.

C

Para que los colores tengan viveza y hermosura.

Siempre que quieras hacer una superficie de un color muy bello, prepararás el campo muy blanco para los colores trasparentes, pues para los que no lo son no aprovecha nada; y esto se ve claro en los vidrios teñidos de color, pues mirándolos delante de la claridad parecen en extremo hermosos y brillantes, lo que no sucede cuando no hay detrás luz alguna.

CI.

Del color que debe tener la sombra de cualquier color.

Toda sombra ha de participar del color de su objeto, mas ó menos vivamente conforme á lo mas ó menos próximo de la sombra, ó mas ó menos luminoso.

CII.

De la variedad que se percibe en los colores de los objetos lejanos y los próximos.

Siempre que un objeto sea mas oscuro que el aire, cuanto mas remoto se vea, tanto menos oscuridad tendrá; y entre los que son mas claros que el aire, cuanto mas apartado se halle de la vista, tanta menor claridad tendrá; porque entre las cosas mas claras y mas oscuras que el aire, variando su color con la distancia, las primeras disminuyen su claridad, y las segundas la adquieren.

CIII.

Cuánta haya de ser la distancia para que enteramente pierda un objeto su color.

Los colores de los objetos se pierden á una distancia mas ó menos grande, respecto á la mayor ó menor altura de la vista ó del objeto. Pruébase esto por la proposición que dice: el aire es tanto mas ó menos grueso, cuanto mas ó menos próximo á la tierra sea; y asi estando cerca de la tierra la vista y el objeto, entonces lo grosero del aire interpuesto alterará mucho el color que tenga este; pero si ambos se hallan muy elevados y remotos de la tierra, como ya es el aire muy delgado y sutil, será poca la variación que reciba el color del objeto; y tanta es la variedad de las distancias, á las que pierden su color los objetos, cuantas son las diferencias del dia, y los grados de sutileza del aire por donde penetran las especies del color á la vista.

CIV.

Color de la sombra del blanco.

La sombra del blanco, visto con el sol y la claridad del aire, tiene un color que participa del azul; porque como el blanco en sí no es color, sino disposición para cualquier color, según la proposición que dice: la superficie de cualquier cuerpo participa del color de su objeto, se sigue que aquella parte de la superficie blanca, en que no hieren los rayos del sol, participa del color azul del aire que es su objeto.

CV.

Qué color es el que hace sombra mas negra.

Cuanto mas blanca sea la superficie sobre que se engendra la sombra, mas participará del negro, y mas propensión tendrá á la variedad de cualquier color que ninguna otra: la razon es, porque el blanco no se cuenta en el número de los colores, sino que recibe en sí cualquier color, y la superficie blanca participa mas intensamente que otra alguna del color de su objeto, especialmente de su contrario que es el negro (ú otros colores oscuros), del cual es diametralmente opuesto el blanco por naturaleza; y asi hay siempre suma diferencia entre sus luces y sus sombras principales.


CVI.

Del color que no se altera con varias diferencias de aire.

Puédese dar el caso de que un mismo color en varias distancias no haga mutación alguna; y esto sucederá cuando la proporción de lo grueso del aire, y las proporciones que entre sí tengan las distancias de la vista al objeto sea una misma, pero inversa. Por ejemplo: A sea el ojo; H cualquier color, apartado del ojo á un grado de distancia en un aire grueso de cuatro grados; pero siendo el segundo grado A M N L dos grados mas sutil que el de abajo, será preciso que el objeto diste del ojo doble distancia para que no se mude el color: y asi se le pondrá separado de él dos grados A F, F G, y será el color G; el caal elevándose al grado de doble sutileza que es M O P N, será fuerza ponerle á la altura E, y entonces distará del ojo toda la línea A E, la cual es lo mismo que la A G en cuanto á lo grueso del aire, y pruébase asi: si A G, distancia interpuesta de un mismo aire entre el ojo y el color, ocupa dos grados, y A E dos grados y medio, esta distancia es suficiente para que el color G elevado á E no varíe en nada; porque el grado A C y el A F, siendo una misma la calidad del aire, son semejantes é iguales; y el grado C D, aunque es igual en el tamaño á F G, no es semejante la calidad del aire; porque es un medio entre el aire de dos grados y el de uno, del cual un medio grado de distancia ocupa tanto el color, cuanto basta á hacer un grado entero del aire de un grado que es al doble sutil que el de abajo. Figura VIII.

Esto supuesto, calculando primero lo grueso del aire, y después las distancias, verás los colores, que habiendo mudado de sitios no se han alterado; y diremos según el cálculo de la calidad del aire que se ha hecho; el color H está á los cuatro grados de grueso del aire; G á los dos grados, y E al uno. Ahora veamos si las distancias están en igual proporción, pero inversa: el color E está distante del ojo dos grados y medio; G dos grados; H un grado; esta distancia no se opone á la proporción del grueso del aire, mas no obstante se debe hacer otro tercer cálculo en esta forma. El grado A G, como se dijo arriba, es igual y semejante al A F, y el medio grado C B es semejante á A F, pero no igual; porque su longitud es solo de un medio grado que vale tanto como uno del aire de arriba. Luego el cálculo hecho es evidente; porque A C vale dos grados de grueso del aire de encima, y el medio grado B C vale un entero del mismo aire; por lo que tenemos ya tres grados, valor del dicho aire, y otro cuarto que es B E. A H tiene cuatro grados de aire grueso; A tiene también cuatro, que son dos de A F, y dos de F G; A E tiene otros cuatro, dos de A C, uno de C D, que es la mitad de A C y de aquel mismo aire, y otro entero en lo mas sutil del aire: luego si la distancia A E no es dupla de la distancia A G, ni cuádrupla de la A H, queda solo con el aumento de C D, que es medio grado de aire grueso, que vale un entero del sutil: y queda demostrado que el color H G E no se varía aunque mude de distancia.

CVII.

De la perspectiva de los colores.

Puesto un mismo color á varias distancias y siempre á una misma altura, se aclarará á proporción de la distancia que haya de él al ojo que le mira. Pruébase asi: sea E B C D un mismo color; el primero E á dos grados de distancia del ojo A; el segundo B á cuatro; el tercero C á seis; y el cuarto D á ocho, según señalan las secciones de los circulos de la línea A R. Sea A R S P un grado de aire sutil, y S P E T un grado de aire grueso: síguese de esto que el primer color E llega al ojo pasando por un grado de aire grueso E S, y por otro no tanto S A: el color B llegará pasando por dos grados de aire grueso y dos del mas sutil: el C por tres grados del un aire y tres del otro, y el D finalmente por cuatro del grueso y cuatro del sutil: con lo cual queda probado, que la proporción ó diminución de los colores es como la de sus distancias á la vista; lo cual solo sucede en los colores que están en una misma altura; porque en siendo esta diversa, no rige la misma regla, pues entonces la diferencia de los grados del aire varía mucho en el asunto. Figura IX.

CVIII.

Qué color no recibirá mutación en varios grados de aire.

Colocado un color en varios grados de aire no recibirá mudanza, cuando esté tanto mas distante de la vista, cuanto mas sutil sea el aire. Pruébase asi: si el primer aire tiene cuatro grados de grueso, y el color dista un grado de la vista; y el segundo aire mas alto tiene tres grados, aquel grado de grueso que pierde, lo gana en la distancia el color; y cuando el aire ha perdido dos grados de grueso, y el color ha aumentado otros dos á su distancia, entonces el primer color será de la misma manera que el tercero; y para abreviar, si el color se eleva hasta entrar en el aire que ha perdido ya tres grados de grueso, alejándose igualmente otros tres, entonces se juzgará con certeza que dicho color alto y remoto ha perdido tanto, como el que está bajo y próximo; porque si el aire superior ha perdido tres grados de grueso, respecto al inferior, también el color se ha alejado y elevado otros tres.


CIX.

Si pueden parecer varios colores con un mismo grado de oscuridad y mediante una misma sombra.

Muchos colores diversos oscurecidos por una misma sombra pueden al parecer trasmutarse en el color de la misma sombra. Esto se manifiesta en una noche muy nublada, en la cual no se percibe el color de ninguna cosa; y supuesto que las tinieblas no son mas que privación de la luz incidente y refleja que hace ver y distinguir los colores de lodos los cuerpos, se sigue por consecuencia, que quitada esta luz, faltará también el conocimiento de los colores, y será igual su sombra.

CX.

De la causa que hace perder los colores y figuras de los cuerpos al parecer.

Hay muchos sitios, que aunque en sí están iluminados, se demuestran y pintan no obstante oscuros y sin variedad alguna de color en los objetos que dentro tengan: la razón es, por el mucho aire iluminado que se interpone entre el dicho sitio y la vista, como sucede cuando se mira alguna ventana remota, que solo se advierte en ella una oscuridad uniforme y grande; y si entras luego dentro de la habitación, la hallarás sumamente clara, de modo que se distinguen bien los objetos que dentro haya. Esto consiste en un defecto de nuestros ojos, que vencidos por el mucho resplandor del aire, se disminuye y contrae tanto la pupila, que pierde mucha facultad y potencia; y al contrario sucede en los sitios de luz moderada, que dilatándose mucho, adquiere mayor perspicacia; cuya proposición tengo demostrada en mi tratado de Perspectiva.

CXI.

Ninguna cosa muestra su verdadero color, si no se halla iluminada de otro color igual.

Ningún objeto aparecerá con su verdadero color, como la luz que le ilumine no sea toda ella del mismo color; lo cual se ve claramente en los paños, en los que los pliegues que reflejan la luz á los otros que tienen al lado, los hacen parecer con su verdadero color. Lo mismo sucede cuando una hoja de oro da luz á otra hoja, quedando muy diferente cuando la toma de otro cuerpo de distinto color.

CXII.

De los colores que varían de naturaleza, cotejados con el campo en que están.

Ningún extremo de color uniforme se demostrará igual, si no termina en campo de color semejante. Esto se manifiesta cuando el negro termina en el blanco, que entonces cada color adquiere mas realce al lado del opuesto, que no en los demás parages mas separados.

CXIII.

De la mutación de los colores trasparentes puestos sobre otros diferentes.

Cuando un color trasparente se pone sobre otro diverso, resulta un color mixto, distinto del uno y del otro que le componen; como se ve en el humo que sale de una chimenea, que al principio que su color se mezcla con el negro de la misma chimenea, parece como azul; y cuando se eleva y se mezcla con lo azulado del aire, aparece con visos rojos. Asi, pues, sentando el morado sobre el azul, quedará de color de violeta, y dando el azul sobre el amarillo, saldrá verde, y el color de oro sobre el blanco quedará amarillo claro; y últimamente el blanco sobre el negro parecerá azul, y tanto mas bello cuanto mejor sea el blanco y el negro.


CXIV.

Qué parte de un mismo color debe mostrarse mas bella en la Pintura.

Aquí vamos á considerar qué parte de un color ha de quedar con mas viveza en la Pintura; si aquella que recibe la luz, la del reflejo, la de la media tinta, la de la sombra, ó la parte trasparente, si la tiene. Para esto es menester saber de que color se habla; porque los colores tienen su belleza respectiva en varias partes diferentes: por ejemplo: el negro consiste su hermosura en la sombra; el blanco en la luz; el azul, verde ó amarillo en la media tinta; el anteado y rojo en la luz; el oro en los reflejos; y la laca en la media tinta.

CXV.

Todo color que no tenga lustre es mucho mas bello en la parte iluminada que en la sombra.

Todo color es siempre mas hermoso en la parte iluminada que en la sombra, porque la luz vivifica y demuestra con toda claridad la naturaleza del color, y la sombra la oscurece y apaga, y no permite distinguirle bien. Y si á esto se replica que el negro tiene mas belleza en la sombra que en la luz, se responderá que el negro no es color.

CXVI.

De la evidencia de los colores.

Conforme la mayor ó menor claridad de las cosas serán mas ó menos perceptibles de lejos.

CXVII.

Qué parte de un color debe ser mas bella según lo que dicta la razón.

Siendo A la luz, y B el objeto iluminado por ella en línea recta; E, que no puede mirar la dicha luz, verá solo la pared iluminada, la cual supongo sea de color de rosa. Esto supuesto, la luz que se origina en la pared tendrá el color de quien la causa, y teñirá de encarnado al objeto E; el cual si es igualmente encarnado, será mucho mas hermoso que B; y si E fuese amarillo, se originará un color tornasolado de amarillo y rojo. Figura X.

CXVIII.

La belleza de un color debe estar en la luz.

Si es cierto que solo conocemos la cualidad de los colores mediante la luz, y que donde hay mas luz, con mas claridad se juzga del color; y que en habiendo oscuridad, se tiñe de oscuro el color; sale por consecuencia que el Pintor debe mostrar la verdadera cualidad de cada color en los parages iluminados.

CXIX.

Del verde de cardenillo.

El verde de cardenillo gastado al oleo, se disipa inmediatamente su belleza, si no se le da luego el barniz; y no se disipa solamente, sino que si se le lava con una esponja llena de agua, se irá al instante, y mucho mas breve si el tiempo está húmedo. La causa de esto es porque este color está hecho á fuerza de sal, la cual se deshace fácilmente con la humedad, y mucho mas si se lava con la esponja.


CXX.

Para aumentar la belleza del cardenillo.

Si el cardenillo se mezcla con el aloe que llaman cavalino, quedará sumamente bello, y mucho mas quedaría con el azafrán, pero no es estable. Para conocer la bondad de dicho aloe, se notará si se deshace en el aguardiente caliente. Y si después de concluida una obra con este verde, se le da una mano del referido aloe deshecho en agua natural, saldrá un perfecto color; y adviértase que el aloe se puede moler él solo con aceite, ó mezclado con el cardenillo ó cualquiera otro color.

CXXI.

De la mezcla de los colores.

Aunque la mezcla de los colores se extiende hasta el infinito, no obstante diré algo sobre el asunto. Poniendo primero en la paleta algunos colores simples, se mezclarán uno con otro: luego dos á dos, tres á tres, y asi hasta concluir el número de ellos. Después se volverá á mezclar los colores dos con dos, tres con tres, cuatro con cuatro hasta acabar; y últimamente á cada dos colores simples se les mezclarán tres, y luego otros tres, luego seis, siguiendo la mezcla en todas las proporciones. Llamo colores simples á aquellos que no son compuestos, ni se pueden componer con la mixtion del negro y blanco, bien que estos no se cuentan en el número de los colores; porque el uno es oscuridad, el otro luz, esto es, el uno privación de luz, y el otro generativo de ella; pero no obstante yo siempre cuento con ellos, porque son los principales para la Pintura, la cual se compone de sombras y luces, que es lo que se llama claro y oscuro. Después del negro y el blanco sigue el azul y el amarillo; luego el verde, el leonado (ó sea ocre oscuro), y finalmente el morado y rojo. Estos son los ocho colores que hay en la naturaleza, con los cuales empiezo á hacer mis tintas ó mezclas. Primeramente mezclaré el negro con el blanco, luego el negro con el amarillo y después con el rojo; luego el amarillo con el negro y encarnado, y porque aqui me falta el papel (dice el autor) omito esta distinción para hacerla con toda prolijidad en la obra que daré á luz, que será de grande utilidad y aun muy necesaria; y esta descripción se pondrá entre la teórica y la práctica.

*(7) Este documento es de aquellos que indispensablemente necesitan explicación de viva voz del Maestro que lo da; pues de otro modo es muy difícil comprender (segun la oscura expresión del original) el modo de hacer las mezclas de colores y tintas que dice; y casi imposible adivinar á qué conducen semejantes mezclas, cuando no se propone objeto alguno á quien imitar con ellas. Estas faltas é inconvenientes suceden siempre en las obras que se publican después de muerto el autor, como la presente.


CXXII.

De la superficie del cuerpo umbroso.

Toda superficie de cuerpo umbroso participa del color de su objeto. Esto se ve claramente en todos ellos, pues nunca podrá un cuerpo mostrar su figura y color, si la distancia entre él y el luminoso no está iluminada. Y asi, si el cuerpo opaco es amarillo, y el luminoso azul, la parte iluminada parecerá verde, porque dicho color se compone de azul y amarillo.

CXXIII.

Cual superficie admite mas colores.

La superficie blanca es la que mas admite cualquier color respecto de todas las demás superficies de cualquier cuerpo que no sea lustroso como el espejo. La razón es, porque todo cuerpo vacío puede recibir todo lo que no pueden los que están llenos; y siendo el blanco vacío (esto es, privado de todo color), y hallándose iluminado con el color de cualquier luminoso, participará de este color mucho mas que el negro; el cual es como un vaso roto que no puede contener en sí licor alguno.

CXXIV.

Qué cuerpo se teñirá mas del color de su objeto.

La superficie de un cuerpo participará mas del color de aquel objeto que esté mas próximo. La razón es porque estando cercano el objeto, despide una infinita variedad de especies, las cuales al embestir la superficie del cuerpo, la alterarán mucho mas que si estuviese muy remoto; y de este modo demuestra con mas viveza la naturaleza de su color en el cuerpo opaco.

CXXV.

Qué cuerpo mostrará mas bello color.

Cuando la superficie de un cuerpo opaco esté próxima á un objeto de igual color que el suyo, entonces será cuando muestre el mas bello color.

CXXVI.

De la encarnación de los rostros.

Cuanto mayor sea un cuerpo, mas bulto hará á mayor distancia. Esta proposición nos enseña que los rostros se vuelven oscuros con la distancia; porque la mayor parte de la cara es sombra, y la masa de la luz es poca, por lo cual á corta distancia se desvanece: los reflejos son aun menos, y por esto, como casi todo el rostro se vuelve sombra, parece oscuro en estando algo apartado. Y esta oscuridad se aumentará mas siempre que detras del rostro haya campo blanco ó claro.

CXXVII.

Del papel para dibujar del modelo.

Los Pintores para dibujar del modelo teñirán siempre el papel de una tinta oscurita; y haciendo las sombras del dibujo mas oscuras, tocarán los claros ligeramente con clarión, solo en aquel punto donde bate la luz, que es lo primero que se pierde de vista, cuando se mira el modelo á alguna distancia.

CXXVIII.

De la variedad de un mismo color, según las icarias distancias á que se mira.

Entre los colores de una misma naturaleza aquel que esté menos remoto de la vista, tendrá menos variación: porque como el aire interpuesto ocupa algo el objeto que se mira, siendo mucha la cantidad de él, teñirá al objeto de su propio color; y al contrario, siendo poco el aire interpuesto, estará el objeto mas desembarazado.


CXXIX.

Del color verde de los campos.

Entre los varios verdes del campo el mas oscuro es el de las plantas y árboles, y el mas claro el de las yerbas de los prados.

CXXX.

Qué verde participará mas del azul.

Aquel verde, cuya sombra sea mas densa y mas oscura participará mas del azul; porque el azul se compone de claro y oscuro á larga distancia.


CXXXI.

Qué superficie es la que demuestra menos que cualquiera otra su verdadero color.

Cuanto mas tersa y lustrosa sea una superficie, tanto menos mostrará su verdadero color. Esto se ve claramente en las yerbecillas de los prados y en las hojas de los árboles, las cuales en siendo de una superficie unida y lustrosa, brillan y lucen con los rayos del sol ó con la claridad del aire, y en aquella parte pierden su natural color.

CXXXII.

Qué cuerpo es el que muestra mas su verdadero color.

Todo cuerpo que tenga la superficie poco tersa mostrará mas claramente su verdadero color. Esto se ve en los lienzos y en las hojas de los árboles que tienen cierla pelusa, la cual impide que se origine en ellas algun reflejo; y no pudiendo reflectir los rayos de la luz, solo dejan ver su verdadero y natural color; pero esto no se entiende cuando se interpone un cuerpo de color diverso que las ilumine, como el color rojo del sol al ponerse, que tiñe de encarnado á las nubes que embiste.

CXXXIII.

De la claridad de los paises.

Nunca tendrán semejanza la viveza, color y claridad de un pais pintado con los naturales que están iluminados del sol, á menos que se miren estos paises artificiales á la misma luz.

CXXXIV.

De la Perspectiva regular para la diminución de los colores á larga distancia.


El aire participará tanto menos del color azul, cuanto mas próximo esté del horizonte, y cuanto mas remoto se halle de él, tanto mas oscuro será. Pruébase esto por las proposiciones que dicen: que cuanto mas enrarecido sea un cuerpo, tanto menos le iluminará el sol. Y asi el fuego, elemento que se introduce por el aire por ser mas raro y sutil, ilumina mucho menos la oscuridad que hay encima de él, que no el aire que le circunda, y por consiguiente el aire, cuerpo menos enrarecido que el fuego, recibe mucha mas luz de los rayos solares que le penetran, é iluminando la infinidad de átomos que vagan por su espacio, parece á nuestros ojos sumamente claro. Esto supuesto, mezclándose con el aire la oscuridad de las tinieblas, convierte la blancura suya en azul, tanto mas ó menos claro, cuanto mas ó menos aire grueso se interponga entre la vista y la oscuridad. Por ejemplo: siendo P el ojo que ve sobre sí la porción de aire grueso P R, y después declinando la vista, mira el aire por la línea P S, le parecerá mucho mas claro, por haber aire mucho mas grueso por la línea P S, que por P R; y mirando hacia el horizonte D, verá el aire casi sin nada de azul, porque entonces la línea visual P D penetra por mayor cantidad de aire que cuando se dirigia por P S. Figura XI.

CXXXV.

De las cosas que se representan en el agua, especialmente el aire.

Para que se representen en el agua las nubes y celages del aire es menester que reflejen á la vista desde la superficie del agua con ángulos iguales; esto es, que el ángulo de la incidencia sea igual al ángulo de la reflexión.

CXXXVI.

Diminución de los colores por objeto interpuesto.

Siempre que entre la vista y un color haya algún objeto interpuesto, disminuirá el color su viveza á proporción de lo mas ó menos grueso, ó compacto del objeto (8).

*(8) Poniendo delante de un color un velo mas ó menos tupido, ó un cristal mas ó menos oscuro, pierde el color parte de su viveza.

CXXXVII.

De los campos que convienen á las sombras y á las luces.

Para que el campo convenga igualmente á las sombras que á las luces, y á los términos iluminados ú oscuros de cualquier color, y al mismo tiempo hagan resaltar la masa del claro respecto á la del oscuro, es necesario que tenga variedad, esto es, que no remate un color oscuro sobre otro oscuro, sino claro; y al contrario, el color claro ó participante del blanco finalizará en color oscuro ó que participe del negro.

CXXXVIII.

Cómo se debe componer cuando el blanco cae sobre el blanco, y el oscuro sobre oscuro.

Cuando un color blanco va á terminar sobre otro color blanco, si son de una misma casta ó armonía ambos blancos, se hará el mas próximo un poco mas oscuro por el lado en que se une con el mas remoto; pero cuando el blanco, que sirve de campo al otro blanco, es mas oscuro y de otro género, entonces él mismo hará resaltar al otro sin mas auxilio.

CXXXIX.

De la naturaleza del color de los campos, que sirven para el blanco.

Cuanto mas oscuro sea el campo, mas blanco parecerá el objeto blanco que insista sobre él; y al contrario, siendo el campo mas claro, parecerá el objeto menos blanco. Esto lo ensena la naturaleza cuando nieva; pues cuando vemos los copos en el aire, parecen oscuros, y al pasar por la oscuridad de alguna ventana, parecen blanquísimos. Igualmente viendo caer los copos desde cerca, parece que caen velozmente, y que forman cantidad contínua como unas cuerdas blancas; y desde lejos parece que caen poco á poco y separados.

CXL.

De los campos de las figuras.

Entre las cosas de color claro, tanto mas oscuras parecerán, cuanto mas blanco sea el campo en que insisten; y al contrario, un rostro encarnado parecerá pálido en campo rojo, y el pálido parecerá encarnado en campo amarillo: y asi todos los colores harán distinto efecto según sea el campo sobre que se miren.


CXLI.

Del campo de las pinturas.

Es de mucha importancia el modo de hacer los campos, para que resalten bien sobre ellos los cuerpos opacos pintados, vestidos de sombras y luces, porque el cuidado ha de estar en que siempre insista la parte iluminada en campo oscuro, y la parte oscura en campo claro.

CXLII.

De algunos que pintan los objetos remotos muy oscuros en campo abierto.

Hay muchos que en un pais ó campiña abierta hacen las figuras tanto mas oscuras, cuanto mas se alejan de la vista; lo cual es al contrario, á menos que la cosa imitada no sea blanca de suyo, pues entonces se seguirá la regla que se propone en el siguiente.

CXLIII.

Del color de las cosas apartadas de la vista.

Cuanto mas grueso es el aire, tanto mas fuertemente tiñe de su color á los objetos que se apartan de la vista. Esto supuesto, cuando un objeto se halla á dos millas de la vista, se advertirá mucho mas teñido del color del aire, que si estuviera á una. Responderáse á esto, que en un pais los árboles de una misma especie son mas oscuros los que están remotos, que los cercanos; pero esto es falso, como las plantas sean de una misma especie y tengan iguales espacios entre sí; y solo se verificará cuando los primeros árboles estén muy separados, de modo que por entre ellos se vea la claridad de los prados que los dividen, y los últimos sean muy espesos y juntos; como sucede á las orillas de un rio, que entonces no se ve entre ellos espacio claro, sino que están todos juntos haciéndose sombra unos á otros. Es evidente también que en las plantas la parte umbrosa es mucho mayor que la iluminada, y mirándose de lejos, la masa principal es la del oscuro, quedando casi imperceptible la parte iluminada; y asi esta unión solo deja ver la parte de mas fuerza á larga distancia.

CXLIV.

Grados de las pinturas.

No siempre es bueno lo que es bello; y esto lo digo por aquellos Pintores que se enamoran tanto de la belleza de los colores, que apenas ponen sombra en sus pinturas, pues son tan endebles é insensibles, que dejan la figura sin relieve alguno. Este mismo error cometen los que hablan con elegancia y sin conceptos ni sentencias.

CXLV.

De los visos y color del agua del mar, visto desde varios puntos.

Las ondas del mar no tienen color universal, pues mirándolo desde la tierra firme, parece de color oscuro, y tanto mas oscuro, cuanto mas próximo esté al horizonte, y se advierten algunos golpes de claro que se mueven lentamente, como cuando en un rebaño de ovejas negras se ven algunas blancas; y mirándolo en alta mar parece azul. La causa de esto es, porque visto el mar desde la tierra, se representa en sus ondas la oscuridad de esta; y visto en alta mar parece azul; porque se ve en el agua representado el color azul del aire.

CXLVI.

De la naturaleza de las contraposiciones.

Las vestiduras negras hacen parecer las carnes de las imágenes humanas aun mas blancas de lo que son; y las blancas por el contrario las oscurecen. Las vestiduras amarillas hacen resaltar el color de las carnes, y las encarnadas las ponen pálidas.

CXLVII.

Del color de la sombra de cualquier cuerpo.

Nunca será propio ni verdadero el color de la sombra de cualquier cuerpo, si el objeto que le oscurece no tiene el mismo color que el cuerpo á quien oscurece. Por ejemplo: si en una pieza, cuyas paredes sean verdes, se pone un objeto azul, entonces la parte iluminada de este tendrá un bellísimo color azul, y la parte oscura será de un color desagradable, y no como deberia ser la sombra de un azul tan bello; porque le altera la reverberación del verde que hiere en él; y si las paredes fuesen de un amarillo anteado, sería mucho peor.

CXLVIII.

De la Perspectiva de los colores en lugares oscuros.

En los lugares claros, y lo mismo en aquellos cuya claridad se disminuya uniformemente hasta quedar oscuros, cuanto mas apartado de la vista esté un color, estará mas oscuro.

CXLIX.

Perspectiva de los colores.

Los primeros colores deben ser simples, y los grados de su diminución deben convenir con los de las distancias: esto es, que el tamaño de las cosas participará mas de la naturaleza del punto, cuanto mas próximas esten á él; y los colores participarán tanto mas del color de su horizonte, cuanto mas cercanos se hallen á él.

CL.

De los colores.

El color que se halla entre la luz y la sombra de un cuerpo no debe tener tanta belleza como la parte iluminada; por lo que la mayor hermosura del color debe hallarse en los principales claros.

CLI.

En qué consiste el color azul del aire.

El color azul del aire se origina de aquella parte de su crasicie que se halla iluminada y colocada entre las tinieblas superiores y la tierra. El aire por sí no tiene cualidad alguna de olor, color ó sabor; pero recibe la semejanza de todas las cosas que se ponen detras de él; y tanto mas bello será el azul que demuestre, cuanto mas oscuras sean las cosas que tenga detras, con tal que no haya ni un espacio demasiado grande, ni demasiadamente húmedo: y asi se ve en los montes mas sombríos que á larga distancia parecen mas azules, y los que son mas claros, manifiestan mejor su color verdadero que no el azul, de que los viste el aire interpuesto.

CLII.

De los colores.

Entre los colores que no son azules, puestos á larga distancia, aquel participará mas del azul que sea mas próximo al negro; y al contrario, el que mas opuesto sea á este conservará su color propio á mayor distancia. Esto supuesto, el verde del campo se trasmutara mas en azul que no el amarillo ó blanco; y al contrario, estos mudarán menos que el verde y el encarnado.

CLIII.

De los colores.

Los colores colocados á la sombra tendrán mas ó menos de su natural belleza, respecto de la mayor ó menor oscuridad en que se hallen. Pero en estando en parage iluminado, entonces manifestarán tanta mas hermosura, cuanta mayor sea la claridad que les rodee. O al contrario, se dirá: tantas son las variedades de los colores de las sombras, cuantas son las variedades de los colores que tienen las cosas oscurecidas. Y yo digo que los colores puestos á la sombra manifestarán en sí tanta menos variedad, cuanto mas oscura sea la sombra en que se hallen, como se advierte en mirando desde una plaza las puertas de un templo algo oscuro, en los cuales las pinturas vestidas de varios colores parecen del todo oscurecidas.

CLIV.

De los campos de las figuras pintadas.

El campo sobre que está pintada cualquiera figura debe ser mas oscuro que la parte iluminada de ella, y mas claro que su sombra.


CLV.

Por qué no es color el blanco.

El blanco en sí no es color, mas está en potencia de recibir cualquier color. Cuando se halla en campo abierto, todas sus sombras son azules; y esto es en razon de la proposición cuarta que dice: la superficie de todo cuerpo opaco participa del color de su objeto. Y como se halle el blanco privado de la luz del sol por la interposición de algún objeto, queda toda aquella parte que está de cara al sol y al aire bañada del color de este y de aquel; y la otra que no la ve el sol queda oscurecida y bañada del color del aire. Y si este blanco no viese el verde del campo hasta el horizonte, ni la blancura de este, sin duda aparecería á nuestra vista con el mismo color del aire.

CLVI.

De los colores.

La luz del fuego tiñe todas las cosas de color amarillo; pero esto no se nota sino comparándolas con las que están iluminadas por la luz del aire. Este parangón se podrá verificar al ponerse el sol, y después de la aurora en una pieza oscura, en donde reciba un objeto por alguna abertura la luz del aire, y por otra la de una candela, y entonces se verá con certeza la diferencia de ambos colores. Sin este cotejo nunca se conocerá esta diferencia sino en los colores que tienen mas semejanza, aunque se distinguen, como el blanco del amarillo, el verde claro del azul; porque como la luz que ilumina al azul tiene mucho de amarillo, viene á ser lo mismo que mezclar azul y amarillo, de lo que resulta el verde; y si después se mezcla con mas amarillo, queda mas bello el verde.

CLVII.

Del color de la luz incidente, y de la refleja.

Cuando dos luces cogen en medio un cuerpo umbroso, no se pueden variar sino de dos modos; esto es, ó serán de igual potencia, ó serán desiguales entre sí. Si son iguales, se podrán variar de otros dos modos según el resplandor que arrojen al objeto, que será igual ó desigual: será igual cuando estén á iguales distancias, y desigual, cuando se hallen en desigual distancia. Estando á iguales distancias se variarán de otros dos modos: esto es, el objeto situado á igual distancia entre dos luces iguales en color y resplandor, puede ser iluminado de ellas de dos modos, ó igualmente por todas partes, ó desigualmente: será iluminado igualmente por ellas, cuando el espacio que haya alrededor de ambas luces sea de igual color, oscuridad ó claridad;, y desigualmente, cuando el dicho espacio varíe en oscuridad.

CLVIII.

De los colores de la sombra.

Muchas veces sucede que la sombra de un cuerpo umbroso no es compañera del color de la luz, siendo aquella verdosa, cuando esta parece roja, y sin embargo el cuerpo es de color igual. Esto sucederá cuando viene la luz de oriente; pues entonces ilumina al objeto con su propio resplandor, y al occidente se verá otro objeto iluminado con la misma luz, y parecerá de distinto color que el primero; porque los rayos reflejos resaltan hacia levante, y hieren al primer objeto que está en frente, y reflejándose en él, quedan impresos con su color y resplandor. Yo he visto muchas veces en un objeto blanco las luces rojas, y las sombras azules, como en una montaña de nieve, cuando está el sol para ponerse, y se manifiesta encendido y rojo. Figura XIII.

CLIX.

De las cosas puestas á luz abierta; y por qué es útil este uso en la Pintura.

Cuando un cuerpo umbroso insiste sobre campo de color claro é iluminado, precisamente parecerá apartado y remoto del campo: esto sucede porque los cuerpos cuya superficie es curva, quedan con sombra necesariamente en la parte opuesta á la que recibe la luz, porque por alli no alcanzan los rayos luminosos; y por esto hay mucha diferencia respecto al campo: y la parte iluminada del dicho cuerpo no terminará en el campo iluminado con la misma claridad, sino que entre este y la luz principal del cuerpo habrá una parte que será mas oscura que el campo, y que su luz principal respectivamente. Figura XIV.

CLX.

De los campos.

En los campos de las figuras, cuando una de estas insiste sobre campo oscuro, y la oscura en campo claro, poniendo lo blanco junto á lo negro, y lo negro junto á lo blanco, quedan ambas cosas con mucha mayor fuerza; pues un contrario con otro resalta mucho mas.


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