EX AGENTE DE LA CIA CONFIESA SU PARTICIPACIÓN EN ASESINATO DE JFK

Los investigadores creyentes de la conspiración sobre el asesinato de John F. Kennedy (JFK), han encontrado en esta última semana un motivo más para afirmar sus hipótesis y especulaciones. Un ex agente de la Central de Inteligencia Ameriana, CIA, llamado Howard Hunt, ha confesado en su lecho de muerte, su participación junto con la de otros agentes de su organización en la muerte del citado ex presidente. Por si esto fuera poco, Hunt afirma que el centro de la operación para asesinar a Kennedy provino desde la propia Casa Blanca, para ser más exactos, desde la oficina del entonces vicepresidente, Lyndon B. Jhonson ¿Pero quién es este enigmático personaje? ¿Puede creerse fehacientemente en su palabra?

Un Nuevo Deeptroath

La vida de Everette Howard Hunt Jr., pareciera de ficción. Este ex agente de la CIA tiene en su haber las más importantes misiones secretas de asesinato, boicots y complots de la central de inteligencia norteamericana. Entre sus principales misiones se sabe por ejemplo, que Howard fue uno de los agentes que fueron encontrados con las manos en la masa en el Hotel Watergate, uno de los mayores planes de espionaje político en la historia democrática estadounidense. Asimismo, este agente fue uno de los ejecutores del Golpe de Estado en Guatemala en 1954 para destituir de la presidencia al coronel Jacobo Arbenz y de la invasión a la Bahía de Cochinos en Cuba en 1961. Como se sorprende, el hecho que este agente estuviera involucrado en el asesinato de John F. Kennedy no sorprende a muchos.

La confesión

A poco de morir, Howard Hunt le pidió a su hijo lápiz y papel para escribir su testamento y redactar allí la confesión de su participación en el asesinato de JFK y delatar a los verdaderos personajes detrás de este aberrante hecho. Es más, para que no quedara dudas de la autenticidad del documento, Howard leyó su documento y le pidió a su hijo que le grabara.

En la grabación, Howar, deja en claro la participación de la CIA en este operativo y culpa de esta planificación al vicepresidente de ese entonces, Lyndon B. Jhonson, quien encabezaría este complot junto con el jefe de coordinación, Cord Meyer, de quien se dice tenía un problema personal con Kennedy puesto que este último habría tenido un romance sentimental con su esposa.

Además, Howard confiesa que el plan involucraba a más de un tirador, entre ellos, y quizá el principal, era un asesino a sueldo de la CIA, perteneciente a la mafia Corsa, apellidado Sartí.

El texto de la grabación

El ex agente de la CIA dice en su testamento lo siguiente:

“He, (Jhonson) in my opinion, had an almost maniacal urge to become President. He regarded JFK, as he was in fact, an obstacle to achieving that. He could have waited for JFK to finish out his term and then undoubtedly a second term. So that would have put Jhonson at the head of a long list of people who were waiting for some change in the executive branch.

“Él (Jhonson) en mi opinión, tenía una prisa por ser presidente rayana a la obsesión. Consideraba a JFK y en eso tenía razón, un obstáculo para alcanzar su objetivo. Sin duda podía haber esperado a que JFK acabara su mandato e incluso su segundo mandato. Esto pudo ser lo que puso a Jhonson en una larga lista de gente que esperaba algún cambio en la rama ejecutiva”.

Además aclara que Jhonson habría contado con el apoyo de diversos lobbies militares y sobre todo de importantes empresarios norteamericanos como los fabricantes de armas y grandes magnates del petróleo, quienes habrían mostrado públicamente su oposición al gobierno de Kennedy.

Queda mucho más por decir

Para muchos, estas confesiones no hacen más que confirmar la tan mentada tesis de que un sólo hombre (Harvey Oswald) no hubiera podido matar a JFK con la eficacia con que lo hizo. Para realizar tal magnicidio se debió realizar un operativo tipo militar y especializado imposible de realizar por su exactitud, precisión y eficacia, por un hombre alucinado o por algún grupo terrorista de comunistas. En este sentido, diversas comisiones encargadas de estudiar el asesinato (incluyendo el propio Senado estadounidense) han coincidido en que esto se trataría de una gran conspiración que contaba no sólo con profesionales en la materia, sino también con grandes recursos tanto económicos como operacionales. Al parecer, con el pasar de los años la verdad parece abrirse camino a través de las abstrusas nieblas del poder político y militar. Los antiguos agentes o personas involucradas en este operativo (hace ya más de 44 años) se hayan ahora cercanas a la muerte y sus confesiones (una especie de limpieza del alma) al parecer continuarán apareciendo. Sólo queda esperar que el más grande caso de conspiración política de la historia tome la forma que muchos creen que tiene: la de un grupo de políticos, militares y empresarios, que por intereses particulares optaron por asesinar al presidente elegido por todo un pueblo.