Los Seres de Luz en las experiencias cercanas a la muerte | Raymond A. Moody



Desde hace décadas, los relatos sobre experiencias cercanas a la muerte han despertado un interés profundo tanto en el ámbito académico como en el público general. Estas narraciones, descritas por personas que estuvieron al borde de la muerte clínica, suelen compartir elementos comunes que desafían las explicaciones convencionales. Entre las personas que se dedicaron a estudiar este fenómeno, el médico psiquiátra Raymond A. Moody ocupa un lugar central. Su trabajo abrió una puerta a la reflexión sobre la conciencia, la trascendencia y la posibilidad de una realidad distinta a la física. Dentro de sus investigaciones, uno de los aspectos más llamativos es la presencia de los llamados seres de luz, figuras envueltas en una luminosidad intensa que marcan de manera decisiva el recuerdo de quienes las experimentan.



Raymond Moody y el estudio de las experiencias cercanas a la muerte

En 1976, Raymond A. Moody publicó Life after Life (La Vida después de la Vida), una obra que se convirtió rápidamente en un referente mundial sobre las experiencias cercanas a la muerte. A partir de numerosos testimonios, Moody describió un conjunto de vivencias recurrentes que aparecían en personas que habían estado clínicamente muertas o muy próximas a estarlo. 

Por ejemplo, muchos testigos afirmaban haberse separado de su cuerpo físico y observar lo que ocurría a su alrededor desde una perspectiva externa. Casos muy conocidos son los de aquellos pacientes que fallecieron en medio de un tratamiento quirúrgico y podían describir con detalle la sala y el trabajo de los cirujanos y enfermeras.

Sin embargo, uno de los elementos más repetidos en estas experiencias era la percepción de que la persona ingresaba luego de su muerte, a un pasaje similar a un túnel. Al final de ese recorrido, los testigos describían la aparición de una luz extremadamente brillante. No se trataba de una iluminación común, sino de una claridad que parecía poseer una presencia propia. Es decir, una especie de ser o entidad luminosa que los esperaba al final de ese túnel. Para Moody, este encuentro constituía uno de los componentes más sorprendentes y consistentes dentro de los relatos analizados, hasta el punto de considerarlo el elemento más increíble compartido por muchas de las experiencias.



El encuentro con la luz

Según los testimonios recogidos por Moody, la luz no solo era visualmente intensa, sino que también parecía comunicarse de manera directa con la persona que la percibía. Esta comunicación no se producía a través de palabras habladas, sino mediante una forma de transmisión inmediata de ideas. Las preguntas que los testigos sentían provenir de la luz solían estar relacionadas con el sentido de la vida o con la disposición a morir. Por ejemplo, se le preguntaba si es que la persona estaba preparada para morir, o directamente, le interrogaban sobre qué había hecho con su vida. 

Tras estas preguntas, muchas personas relataban lo que Moody denominó una revisión de vida. En este proceso, los momentos más significativos de la existencia del individuo se desplegaban de forma rápida y vívida. Algunos afirmaban ver los acontecimientos en el orden en que ocurrieron, mientras que otros los experimentaban todos al mismo tiempo. En cualquier caso, la intensidad de las imágenes era descrita como extraordinariamente real, como si se reviviera cada experiencia con una claridad total.

Este fenómeno no estaba acompañado de juicio o condena. Por el contrario, los testigos hablaban de una sensación de comprensión profunda, como si cada acto y decisión pudiera ser visto desde una perspectiva más amplia y completa.


Amor, calidez y la interpretación del ser luminoso

Uno de los rasgos más destacados del ser de luz descrito por Moody era la sensación emocional que generaba. Las personas coincidían en afirmar que de esta presencia emanaban amor, paz y una calidez difícil de expresar con palabras. Estas emociones eran tan intensas que muchos testigos aseguraban no haber experimentado nada similar en su vida cotidiana.

La interpretación de la identidad del ser de luz variaba según las creencias religiosas y culturales de cada individuo. Algunos lo identificaban como Dios, otros como Cristo, y otros como un ángel. A pesar de estas diferencias, existía un punto en común. Todos sentían que la luz cumplía el papel de guía o emisario, una presencia destinada a acompañar y orientar en ese estado liminal entre la vida y la muerte.

Para Moody, esta percepción reforzaba la idea de que el fenómeno no podía reducirse únicamente a una alucinación sin significado. El impacto emocional y transformador del encuentro con la luz era tan profundo que muchos individuos cambiaban su visión de la vida tras la experiencia.



Investigaciones posteriores

Tras la publicación del trabajo de Moody, otros investigadores comenzaron a estudiar las experiencias cercanas a la muerte para comprobar si los mismos elementos se repetían de forma sistemática. Kenneth Ring, Margot Grey y otros especialistas encontraron resultados similares en algunos aspectos, aunque el encuentro directo con un ser de luz fue menos frecuente en sus muestras.

En muchos relatos posteriores, la luz seguía estando presente, pero no siempre era percibida como una entidad individual. En lugar de un ser definido, algunas personas describían una luminosidad envolvente que impregnaba todo el entorno. Esta luz era igualmente intensa, amorosa y bella, pero no adoptaba una forma personal. Un testimonio citado por Grey describe la luz como algo más brillante que cualquier cosa imaginable, imposible de expresar con palabras, y claramente asociada a una sensación de armonía total.

Además de la luz, era común que los testigos afirmaran encontrarse con figuras reconocibles. Estas apariciones solían corresponder a Cristo o a familiares y amigos fallecidos, lo que reforzaba la idea de un entorno familiar y reconfortante en ese estado cercano a la muerte.

El trabajo de Raymond Moody y de quienes continuaron su investigación no ofreció respuestas definitivas sobre la naturaleza última de estas experiencias. Sin embargo, sí puso de manifiesto que el encuentro con la luz, ya sea como ser o como presencia envolvente, ocupa un lugar central en la forma en que muchas personas interpretan el límite entre la vida y la muerte.


Si tantas personas, desde contextos distintos, describen una luz asociada al amor, la guía y la revisión de la propia vida, qué nos dice esto sobre la manera en que la conciencia humana comprende el sentido de la existencia y su posible continuidad más allá de la muerte.

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