LA HISTORIA DEL DR. DON COSME BUENO Y SU FACULTAD DE DIAGNOSTICAR LA MUERTE A TRAVÉS DE UN RETRATO
Por Percy Taira
Interesante texto del libro Almanaque
peruano y guía de forasteros para el año de 1799, escrito por el Doct. D. Gabriel Moreno, pasante de matemáticas en la Real Universidad de San Marcos y publicado en 1798. En este libro se habla por un
autor desconocido, en donde se habla del Doctor Cosme Bueno, quien nació en
Belber en Aragón el 9 de abril de 1711 y que llegó a Perú, para ser más
precisos a Lima, en 1730. De este doctor cuenta el libro era “de mediana talla,
aspecto serio, y nariz corva”. Este médico fue, entre sus muchos títulos,
Médico de presos del Santo Oficio de la Inquisición, pero lo más interesante,
es que en esta obra relata la anécdota en la que este médico, a través, de un
cuadro en el que se mostraba la imagen de un Obispo de Huamanga, pudo
diagnosticar o prever, la muerte del insospechado paciente.
El libro cuenta esta anécdota,
de la manera siguiente:
“La superioridad que daban el
genio y los conocimientos al Doct. Don Cosme, hacía preveer que sería el
Esculapio de Lima. Para verificarlo la Academia le condecoró con la borla
doctoral el año de 1750. En el mismo obtuvo por oposición la Cátedra del Método
de curar, y se le designó Médico de presos del Santo Oficio de la Inquisición,
y en los de 1753, 1760 y 176_ (ilegible) de los Hospitales de Sta. Ana, S.
Bartolomé, y S. Pedro.
Dotado de un tacto peculiar y
gusto para el exercicio Clínico, nutrido de las más sublimes especulaciones de
su arte, y rodeado de innumerables enfermos de todas castas que le presentaban
estos teatros del dolor y la muerte, se hizo Médico tan grande como lo retrataba
la fama en la América y la Europa. Sus compañeros y discícuplos admiraban el
desembarazo y altanería, por decirlo así, con que luchaba con las enfermedades
más difíciles, y el feliz suceso de los enérgicos remedios que aplicaba,
descubría los golpes (repetidos con frequencia) de una mano maestra. Ella dio
entre nosotros al opio, cascarilla, antimonio, cicuta, bálsamo de acero, y al
mercurio el aprecio de que los tenía privados una vana timidez.
No siendo posible que el
Médico cúre á todos los enfermos, debe según Hipócrates reemplazar el desayre
que hacen a su ciencia los sucesos infaustos con la gloria que le dá su
previsión. En esta parte era mirado el Doct. D. Cosme como un Oráculo de
pronósticos indefectibles. Crédito que perjudicaba tal vez á sus intereses, por
que los de Corazón pusilánime huían de implorar su asistencia, temerosos de que
les diese la sentencia última, que juzgaban irrevocable. Verdad es que era
bastante ingenuo sobre este punto, y había demasiadamente probado que debía
crérsele. Referiré en confirmación de esto solo una anécdota, que recuerda la
memoria de otro hombre célebre.
Entró un día nuestro Médico en
el taller de Lozano, el Apeles de Lima, y reparando que este concluía el
retrato de un Obispo, le preguntó de quien era? A que constestando el Artista
que del Illmo. Sr. Doct. D. Fr. Josef Luis de Lila, Obispo de Huamanga, repuso
D. Cosme, pues no tardará mucho si va a su Diócesis en morir hidrópico. El
suceso verificó el pronóstico, y como quando se formaba aquella imagen se
hallaba el Señor Lila al parecer gozando de entera salud, no se supo a quien se
daría la preferencia, si al delicado pincel que transmitió al lienzo las
imperceptibles facciones que ilustraron la mente del Médico; ó á este que puedo
comprehender por ellas las disposiciones interiores del origianl, y formar la
predicción combinándolas con el clima: en cuyo conocimiento lo hacían
aventajado sus estudios Astronómicos”.
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