Secretos de la Antártida: La Operación Highjump, la Base 211 y Seres Extraterrestres

 



Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, el mundo parecía respirar un aire nuevo. Sin embargo, mientras los pueblos reconstruían sus ciudades y los gobiernos repartían el poder, hubo una expedición que levantó más preguntas que certezas. Se llamó Operación Highjump y tuvo lugar en 1946. Oficialmente fue una misión científica dirigida al Polo Sur, pero con el paso del tiempo se convirtió en una de las historias más misteriosas del siglo XX. Lo que debía ser una simple campaña de investigación terminó rodeada de rumores sobre naves desconocidas, bases secretas y un silencio que perdura hasta hoy.


El inicio de una misión extraordinaria

La Operación Highjump fue comandada por el almirante Richard Evelyn Byrd, un oficial condecorado y respetado en la historia de la Marina de los Estados Unidos. Byrd no era un hombre cualquiera. Había recibido la Medalla de Honor, la Cruz de Vuelo Distinguido y más de veinte condecoraciones, muchas de ellas por actos de heroísmo. Su reputación era intachable y su palabra, incuestionable. Por eso, cuando se le asignó el mando de una flota colosal rumbo a la Antártida, nadie dudó de que la misión debía de ser importante.

En agosto de 1946 partió hacia el continente helado con una fuerza de casi cinco mil hombres distribuidos en trece buques, entre ellos un moderno portaaviones repleto de aviones, bombarderos y helicópteros. También participaron destructores, submarinos, tanqueros y rompehielos. Era una flota preparada para la guerra, no para un viaje de estudio. El objetivo oficial era entrenar al personal en condiciones extremas y probar equipos en climas fríos, además de realizar investigaciones científicas. Sin embargo, las dimensiones militares de la operación hacían dudar a muchos. Nada en esa expedición parecía tener el propósito que se anunciaba.

Documentos desclasificados y testimonios posteriores indicarían que los verdaderos objetivos eran otros. Entre ellos, extender la soberanía estadounidense sobre territorios antárticos y, según algunas fuentes, localizar una supuesta base nazi oculta bajo el hielo. Aquel rumor se remontaba a los últimos años de la guerra, cuando circulaban versiones de que el Tercer Reich había trasladado científicos, armamento y tecnología a un refugio subterráneo en el sur, conocido como la Base 211.



La Base 211

El origen de esta historia se relaciona con una expedición alemana anterior. En diciembre de 1938, el barco Schwabenland partió hacia la Antártida en una misión dirigida por miembros de la Sociedad Thule, un grupo ocultista que creía en la existencia de una civilización avanzada llamada los Arios, que supuestamente habitaba en el interior de la Tierra. El propósito era encontrar la entrada a ese mundo subterráneo y establecer contacto con sus habitantes, buscando obtener acceso a su tecnología. Durante el viaje, los exploradores alemanes afirmaron haber descubierto un área libre de hielo, con lagos de agua tibia y vegetación. Era una especie de oasis antártico, un lugar ideal para construir una base.

Con el tiempo, se creía que ese fue el punto donde se levantó la Base 211, un complejo que habría crecido durante la guerra y que, según algunos relatos, sirvió como refugio a altos mandos nazis y científicos encargados del desarrollo de armas secretas. Incluso se mencionaba al general Hans Kammler, responsable de proyectos de tecnología avanzada, como posible fugitivo hacia esas tierras heladas. A partir de entonces, comenzaron a circular informes sobre ovnis avistados en Sudamérica y sobre vuelos misteriosos procedentes del sur. Para algunos, aquello era evidencia de que la guerra no había terminado del todo.

En ese contexto, la Operación Highjump adquiría un sentido distinto. No solo era una expedición científica, sino una búsqueda encubierta de aquel enclave perdido. Byrd y su flota llegaron al continente blanco en enero de 1947, estableciendo una base llamada Little America. Sin embargo, lo que debía durar seis meses fue abruptamente cancelado a las seis semanas. Sin explicaciones claras, los barcos se retiraron hacia Chile. Poco después, comenzaron los rumores.



El vuelo del almirante Byrd

En entrevistas concedidas en Sudamérica, Byrd expresó su preocupación por la posibilidad de ataques aéreos capaces de moverse de un polo a otro con velocidades impresionantes. Aquellas declaraciones encendieron la imaginación de la prensa. No parecía hablar de simples aviones, sino de algo más avanzado, quizás lo que muchos llamaban platillos voladores. Poco después de regresar a Washington, Byrd fue interrogado y nunca volvió a hablar públicamente sobre lo sucedido. Su misión fue clasificada y cualquier tripulante que revelara detalles podía ser arrestado.

Décadas después, surgiría un documento conocido como el “diario secreto” del almirante Byrd. En él, se describía un vuelo donde habría visto lo imposible. Según el texto, durante una misión aérea sobre la Antártida sus instrumentos fallaron y el avión fue guiado por una fuerza desconocida hacia un valle verde, cálido y lleno de vida, donde incluso observó criaturas parecidas a mamuts. Allí habría sido recibido por seres altos, de cabello rubio y aspecto humano, que afirmaron provenir de una civilización subterránea. Estos seres, según el relato, le advirtieron que la humanidad aún no estaba preparada para el uso de la energía atómica y que su tecnología podría destruir el mundo. Después de la conversación, Byrd habría sido devuelto a su avión y obligado a mantener silencio sobre lo ocurrido.

El supuesto diario apareció muchos años después, publicado por el hijo del almirante, y desde entonces ha sido motivo de intensos debates. Para algunos, no era más que una falsificación. Para otros, era el testimonio más importante sobre lo que realmente ocurrió en la Antártida. Si bien se ha demostrado que partes del texto coinciden con otras notas ya conocidas y que el lenguaje no coincide con el estilo habitual de Byrd, hay quienes creen que contiene al menos una parte de verdad. Lo cierto es que el almirante sí desapareció de los radares durante tres horas durante una de sus misiones, y ese lapso sigue siendo un misterio.



El silencio y las teorías

Lo que sucedió en aquellos 40 días sigue sin una explicación satisfactoria. Algunos informes soviéticos desclasificados tras la caída de la URSS afirmaban que la flota estadounidense habría tenido enfrentamientos con objetos voladores no identificados que emergían del agua y se movían a velocidades imposibles. Aunque estos reportes contienen errores en los nombres de las naves y parecen mezclarse con versiones imprecisas, alimentaron la idea de que la operación fue abortada por razones más serias que el mal tiempo.

Después de la misión, la Antártida se convirtió en un territorio prácticamente vedado. En 1959 se firmó el Tratado Antártico, que restringe el acceso al continente y limita las zonas donde se puede permanecer. Desde entonces, la presencia humana en el Polo Sur está estrictamente controlada. Para muchos, es una medida lógica de preservación científica. Para otros, una forma de mantener oculto lo que se encontró allí.

A pesar de los intentos por desacreditar las historias sobre la Base 211 o los encuentros del almirante Byrd, la Operación Highjump sigue siendo un episodio envuelto en sombras. Los archivos oficiales explican poco y las contradicciones entre los informes militares y los testimonios personales siguen alimentando la duda. ¿Fue realmente una simple expedición científica o el intento de enfrentar algo que escapaba a la comprensión humana? ¿Será posible que bajo el hielo de la Antártida aún se oculte un secreto que podría cambiar nuestra visión del mundo?


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