¿CUÁL ERA LA VERDADERA BELLEZA DE CLEOPATRA?


La interpretación de Cleopatra de Elizabeth Taylor, imagen de belleza y seducción


Es indudable que la imagen que nos ha quedado grabada de la reina de Egipto, Cleopatra, es la de la mujer bella y seductora, físicamente impresionante, como la que Elizabeth Taylor nos dejó en el cine, belleza tan imponente que logró conquistar, hasta la locura, de igual manera a los dos líderes más importantes del Imperio Romano de su época, Julio César y Marco Antonio. 

Sin embargo, el mito de su belleza, fortalecida por Hollywood, no sería tanto por su físico, sino, por su personalidad y su carácter. 

Imágenes de Cleopatra


De esto, hay muchos registros históricos que señalan que si bien Cleopatra no era una mujer particularmente bella, según los estándares de nuestros días, tenía otras cualidades que la hacían una mujer irresistible: su inteligencia, su trato, su femineidad.

Uno de los principales registros históricos sobre esta reina egipcia lo da Plutarco, historiador romano que dice de ella lo siguiente:

"Se pretende que su belleza, considerada en sí misma, no era tan incomparable como para causar asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible resistirse. Los encantos de su figura, secundados por las gentilezas de su conversación y por todas las gracias que se desprenden de una feliz personalidad, dejaban en la mente un aguijón que penetraba hasta lo más vivo. Poseía una voluptuosidad infinita al hablar, y tanta dulzura y armonía en el son de su voz que su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados matices del lenguaje; Platón reconoce cuatro tipos de halagos, pero ella tenía mil".

Así sería el rostro de Cleopatra

Este testimonio se confirma con la de otros escritores romanos de la época que siempre califican a Cleopatra como una mujer inteligente y carismática, es más, con una voz sumamente seductora, pero nunca mencionan su belleza en particular.

A todo esto, habría que agregarle su carácter fuerte, aunque mostrada en dosis sabias, pero lo suficiente como para no dejarse doblegar ni amilanar por más emperador o general romano que se le pusiera en frente. 

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