REFLEXIÓN... ¿Y SI EL VATICANO FUERA SOLO UN GOBIERNO, UN ESTADO MÁS?
Por Percy Taira
Debido a la noticia de la
pronto renuncia del Papa Benedicto XVI al Papado, me gustaría hacer una reflexión
para ver quizá, de un modo distinto la realidad que tenemos enfrente y nace de
esta pregunta: ¿Y si el Vaticano no fuera un estado religioso, sino solo un
gobierno más? ¿Cómo veríamos lo que ha sucedido?
Pues bien, imaginemos que el
Vaticano es simplemente un gobierno (quitémosle su lado religioso y cuestiones
de fe) un estado como lo puede ser nuestro país, el Perú, o cualquier otro
país. Digamos que este país, democrático, dictatorial o monárquico, se rige
bajo los mismos parámetros: la búsqueda del poder, principalmente, la pugna
para llegar a él, y la imposición de una nueva ideología política para
beneficio de sus ciudadanos.
Comprendamos que en el
Vaticano hay varios poderes, digamos, “partidos políticos”, que buscan que sus
propias ideologías (formas de ver la religión) se impongan. Tenemos desde los
franciscanos hasta a los del Opus Dei. Todos con sus variantes, con sus grises
y colores, de izquierdas y derechas si quieren. Pero también está lo otro, que
son los que defienden al régimen y los de oposición.
Imaginemos que todo esto se da
o se está dando, dentro del Vaticano, y se ha dado desde que Benedicto XVI
asumió el mando y se buscaba un "presidente" de transición, tras la
muerte de Juan Pablo II.
Al decir transición (y
recordemos, pensamos que el Vaticano es un país como cualquier otro) es como
decir que los partidos políticos, simplemente buscan, ante la muerte o la
destitución de un presidente popular (Juan Pablo II) buscar a un presidente que
“calme” al pueblo y sobre todo sus expectativas y logre una concertación entre
los poderes políticos reinantes (Valentín Paniagua por ejemplo, en el caso del
Perú).
Pero mientras este presidente
está en el poder, los demás, como todo juego político, siguen moviendo sus
fichas de ajedrez. Siguen "conversando, avanzando, retrocediendo, saltando",
siguen tratando de ocupar los puestos más importantes del organigrama gubernamental
hasta que llegue el momento de las nuevas elecciones (en este caso un
cónclave).
Hasta allí todos claros. Ahora
volvamos al Vaticano, sabemos que un Papa no es un presidente sino un monarca,
y puede estar en su trono hasta el momento de su muerte. Benedicto XVI tiene 85
años y estaba por cumplir, ocho años de su papado, para algunos quizá, se
estaba demorando mucho en irse, sobre todo, cuando en esos ocho años hizo cosas
que se supone no debía hacer. A la cuenta pongo dos ejemplos: 1) Tomar
responsabilidad y pedir perdón en nombre de la Iglesia sobre los abusos
sexuales a menores de edad por parte de algunos sacerdotes. Entregarlos a la
justicia, botarlos, y no defenderlos. 2) Aceptar abrir las cuentas del Banco
Vaticano ante las sospechas de la policía italiana de lavado de dinero y
vínculo con organizaciones o personas delictivas, desde personas, empresas
privadas y la mafia.
A muchos no les gustó eso.
Para cualquier político, el "presidente" se está desviando, no está
yendo por el camino que se supone debería ir. El camino de la “estabilidad”. La
oposición se asusta al ver que un presidente que se pensaba de
"transición" haga cosas tan importantes que dañan o pueden dañar la
"institucionalidad" de un buen gobierno.
Hay un antecedente sobre el
asunto de meterse con el Banco Vaticano: Juan Pablo I, y ya sabemos cómo acabó
esa historia. (Leer historia de JuanPablo I)
Pero volvamos al tema ¿qué
hace la oposición? Cualquiera sea el país en el que estemos, la respuesta es
atacar al presidente, o como prefieren decir “desestabilizarlo”. Ahora, qué
haces cuando la oposición está en el mismo gobierno, pues lo atacas de manera
disimulada, enviando información secreta a la prensa. Un "autogolpe"
mediático.
Aparecen los Vatileaks, que no
son más que archivos privados del Sumo Pontífice que fueron enviados a medios
de comunicación italianos. Esos documentos no dicen mucho, no dicen casi nada,
pero es la peor fuga de información que el Vaticano ha tenido desde que es el
Vaticano. Hay una fuga que viene desde adentro y alguien lo está provocando. Resultado:
ya no hay confianza con el entorno. El Papa ya no puede tener ni seguros, sus
papeles personales.
Pero hay que hacer más. Hay
que bajarse a los hombres de confianza del Papa.
Casi a la par, el presidente
del Banco Vaticano es despedido intempestivamente (Leer noticia). Ettori Gotti, hombre que Benedicto XVI puso en el Instituto
para las Obras de Religión (IOR) para justamente, llevar a cabo sus medidas de
limpieza y transparencia, es botado de su cargo sin mayores explicaciones, o
sí, con una, porque no está en condiciones para ejercer su cargo. Algo curioso
siendo Gotti uno de los financieros más prestigiosos de Italia.
En este caso comienza a
aparecer un nombre, el de Tarcisio Bertone, el Secretario del Estado Vaticano,
el número dos en el poder, podemos decir que es el vicepresidente en una
democracia, o una especie de Secretario de Estado de los Estados Unidos. Al
parecer, la medida de sacar a la luz las cuentas, deudas, clientes del Banco
Vaticano, era muy peligroso. Era atentar contra la propia estabilidad económica
del gobierno. Ningún Gobierno lo aceptaría.
Haces desconfiar sobre tu
entorno cercano y despides a tus aliados principales. Aíslas al presidente.
En el tema de los Vatileaks, luego
de varias investigaciones, resulta que el único que envió los archivos secretos
a los medios de prensa es un hombre, el mayordomo personal de Benedicto XVI,
Paolo Gabriele. Nadie más. Cientos de archivos dados, a la prensa, y sólo un
responsable. Se le hace un juicio rapidísimo y se le sentencia a un año y medio
de prisión, bajo la condición por supuesto, de que el Papa luego lo liberaría. Así
lo hizo, antes de navidad, y al final, nadie pagó por la culpa de los hechos.
Un escándalo histórico en el
Vaticano de fuga de información y nadie paga por ello.
Lo curioso en todo caso, es
que Gabriele dijo muchos nombres cuando lo interrogaron. Dijo nombres que nunca
han salido a la prensa salvo por códigos, y entre esos códigos se presume los
nombres de muchos miembros de la curia vaticana implicados... pero como no hay
cárcel, como no hay castigo, nadie dice nada.
Pero ya se le golpeó mucho al
Papa por intentar atacar la "moral" del gobierno, aceptando, como representante
de Cristo en la Tierra las violaciones por parte de sacerdotes e intentando
meterse con las finanzas del gobierno. Se le ha dañado en la confianza, hay
gente que habla, comienzan las divisiones dentro del propio Vaticano. Se forman
las “alas” de Benedicto XVI y sus partidarios y del secretario del Estado,
Bertone. Alguien habrá pensado que siendo Ratzinger un hombre viejo y un
intelectual acostumbrado a su escritorio, no haría tantos problemas, pero lo
hizo. Ni Juan Pablo II, en sus tantos años de gobierno, se había metido de
manera tan directa con tan polémicos temas: violación de niños y dinero mal
habido en el Vaticano.
Como digo, las divisiones
comienzan, el Papa se ve sin apoyo: No confía en su Secretario de Estado, no
confía en el partido político que está en las máximas jerarquías (léase Opus
Dei) e incluso gente de su círculo más cercano, como su mayordomo personal, lo
ha traicionado. Está solo, o mejor dicho, solo con Dios, en un gobierno de más
de mil millones de católicos en el mundo.
Y por si esto fuera poco, el
Papa recuerda el complot de asesinato que un diario italiano sacó a la luz a
inicios del 2012. Una carta privada enviada al Papa en la que se le comunicaba
que había un complot de las altas esferas del Vaticano, para matarlo a más
tardar en noviembre del 2012. Ratzinger sabe
que no sería extraño que una cosa así ocurriera en el Vaticano (recordemos la
historia propia del Vaticano o de los Estados Unidos, desde Lincoln hasta
Kennedy) es más, su antecesor, casi es una víctima más de estos métodos.
Resumamos. Benedicto XVI no se
siente seguro. No puede con toda esa maquinaria de cuchicheos e intrigas dentro
de Roma. Maneja las cuestiones de la fe, es un gran teólogo, un gran
intelectual, pero la política, la sucia política, es demasiado para él.
Entiende que no le quedan tantas fuerzas para enfrentar eso y renuncia.
Benedicto XVI lo dice en su
comunicado de renuncia: "En el mundo de hoy, sujeto a rápidas
transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la
fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario
también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos
meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para
ejercer bien el ministerio que me fue encomendado".
Es cuestionable que un Papa
como Ratzinger, bien de salud (como dicen sus más cercanos colaboradores) renuncie
por cuestiones del cuerpo si es que no se entiende el cuerpo como
preocupaciones o estrés, también, un Sumo Pontífice, es muy difícil que tenga tales
bajones de fe lo suficientemente abruptos como para dudar de su propio ministerio.
Quizá la respuesta se encuentre líneas más abajo de su comunicado, cuando dice:
"Ahora, confiamos la
Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a
María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales
al elegir el nuevo Sumo Pontífice".
Tal vez es un último grito de
buen pastor que le dice a su rebaño que traten
de mejor manera al próximo pontífice, o que por lo menos, al que elijan,
no lo hagan por las razones equivocadas.
Esta es solo una reflexión,
una forma de ver al Vaticano fuera de la visión de la que todos vemos y
conocemos, porque si algo queda claro es que como han dicho las autoridades
vaticanas, Benedicto XVI no renunció por su salud, no renunció por fe, simplemente
renunció por “agotamiento”.
Pero seamos claros, después de
tantos traspiés, en dos años de papado de los ocho que tiene, si lo viéramos
desde una perspectiva gubernamental y no religiosa, es decir, si lo viéramos
como el gobierno que tiene cada cuál, con todas las cartas sobre la mesa, podríamos preguntarnos: ¿qué presidente aguantaría tener un primer ministro opositor, un secretario personal traidor, y un
ministro de economía despedido? Por ello, esto más que una conclusión de un hecho desafortunado de la realidad de la Iglesia Católica, tiene más indicios, a mi parecer, de ser un simple (pero importante) boicot. Un boicot interno.
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